YO OLVIDO EL AÑO VIEJO
Por: Carlos J. Gutiérrez.
Los doce meses se pasan
con una veloz mirada que nadie recuerda, no lo recuerda porque al fin de
cuentas estamos en la época de la inmediatez. Por esta razón es que el tiempo
que va a su propio tempo no es suficiente para nadie, es corto para nosotros,
que lo inventamos, y solemos decir: “no tengo tiempo”, “se me acabaron los
minutos”, “ni el día teniendo 30 horas me alcanzaría” y muchas otras mas
excusas para demostrar falsamente que corremos más rápido que la tierra. Tal vez
ese sea el problema, caemos en la arrogancia humana en la que nos creemos más
importante que la tierra y terminamos diciendo que la tierra no viaja a la
velocidad que viajamos nosotros, no se cultiva rápido, no produce con la
utilidad suficiente y por tal motivo es necesario modificarla.
Lo bueno, según todos, es
que llega el tiempo de finalizar, el tiempo que cuadramos con nombre romano y
decimos que lo hecho, hecho esta. Así que ponemos nuestro espejo retrovisor y
desde todos los medios nos dicen lo mejor y lo peor del año, incluso con burla,
con sarcasmo, con ironía. Celebramos un fin de año, pero ¿Qué celebramos en
realidad? ¿De qué habría de alegrarse en estos tiempos veloces? Tal vez que la
selección clasificó al mundial con algo de fortuna y sufrimiento a la
colombiana y con fallas a la colombiana como un trato por debajo de las manos o
celebramos que paso un año de la firma del acuerdo de paz sin que se supiera en
buena forma cómo va a funcionar la sociedad con el ingreso de los
exguerrilleros a la sociedad civil, con las mentiras las cizañas y las
objeciones que se le han hecho desde el momento en que se sentaron. Porque al
fin de cuentas, los colombianos todavía deseamos la guerra.
Celebramos que Urán tuvo
un buen año en las competencias ciclísticas y nos dejó a todos de nuevo con la
esperanza que el deporte saca lo mejor de nosotros ya que por logros como estos
debemos sentirnos orgullosos al punto de pensar que desde esta perspectiva es
que deberíamos construir nuestra identidad nacional. O más bien celebramos que
como siempre, el gobierno le da la espalda a esos proyectos que realmente hacen
crecer al país, les quita la participación para decidir no entregarle más
dinero si no antes bien, bajarle. Celebramos que la tasa de homicidios bajó
pero que aun así se registran casos como el de un expolicía que es capaz de
violar y matar trayendo - cual historia de lobo feroz- con mentiras a una joven
que nada de culpa tiene que existan hombres como él. Celebramos que al parecer
todos sabemos aportar al mundo con logros pero nadie es capaz de reconocerlo
como se debe.
Pero mejor celebremos que
para diferentes medios el Fiscal general de la nación fue catalogado como el
personaje del año, no se sabe porque, pues fue la figura pública más reconocida
en cada uno de los escándalos que la nación vivió. O más bien celebremos que el
fantasma de este año no fue el terrorismo y la violencia si no la corrupción,
tal vez las dos cosas tengan que ver, pues, falto un acuerdo de paz y otro que
va en un fracasado curso para ver que uno de los mayores males del país nos es
la guerra si no la corrupción y que esta, es tal vez la que genera los
conflictos. Celebremos, igual celebremos porque el mundo en los múltiples
apocalipsis que le saben sacar y las múltiples conspiraciones que le buscan
montar sabe y descubre que el hombre está cansado de vivir en estas tierras.
Al fin de cuentas, el año
viejo me dejo una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra. Y
hay que reírse de lo que paso, porque si estos 365 días que se mueren el próximo
domingo fueron un espectáculo de mentiras, insultos y vanas realidades, los próximos
365 serán del doble de lo anterior. Porque al fin de cuentas, viene el año de
la máscara de borrego, vienen los meses en que el lobo, como en la caricatura
de Vladdo, nos sonríe, nos mira desde la oscuridad, nos trata como su amigo,
como su par, nos habla con voz calmada diciéndonos que estaremos bien, que la
prosperidad es para todos, que la corrupción se acabará así como se acabó la
guerra, que dejaremos de ver a los toros morir en el ruedo, que se acabarán los
infanticidios y los feminicidios que son crimines que siempre han existido pero
debido a su crudeza es mejor darles una categoría. Mejor dicho, que se acabará
hasta Colombia.
Y si, se acabó este año,
pero espero que a usted, a su familia, a sus amigos, a sus vecinos y a todos
los desconocidos que pueblan este paraíso tropical les haya ido de la mejor
manera.