sábado, 11 de marzo de 2017

EN EL CORAZÓN DEL CORAZÓN DEL PAÍS DEL SAGRADO CORAZÓN

EN EL CORAZÓN DEL CORAZÓN DEL PAÍS DEL SAGRADO CORAZÓN

Por: Carlos Gutiérrez.

En un país donde la religión –cristiana obviamente- mantiene hilos muy largos que colaboran en las decisiones que sus gobernantes toman, al parecer la espiritualidad se fue al caño. Si, el país sufriente, doliente, obedece ciegamente, agacha su cabeza ante los Pilatos burocráticos que no hacen nada útil pero si lo más inútil que nos sabe complicar. En este país la martirización no está en ser clavado a una cruz, ni ser azotado por yugos que con la fuerza de los soldados ondula por el viento hasta chocarse con gracia y lujuria en las espaldas del santo. En el país del sagrado corazón la procesión ya no se lleva por dentro sino que se vive por fuera, constante, fluctuante, sin parar, como un rio de lava que no puede ser detenido, como los insultos que vivió esa oveja mientras llegaba al calvario.

Y si, esto es par no engañarse. Ser honesto, humilde y trabajador en este país se convirtió en una enfermedad, pues, hoy en día que la sombra de la corrupción ya nos tiene cobijados a todos, la valentía y el ser correcto se convirtieron en un sueño, una vana ilusión que se esfuma a cada momento. No es solo el gobierno que con sus malos tratos, sus cruces bajo la mesa, su as bajo la manga, su mano derecha que ignora lo que hace la izquierda, son el síntomas de un país corrupto que poco a poco se está consumiendo, no, eso es solo el final. Esa es la parte final, ese es el castigo divino que nos ha sido enviado. El síntoma principal está en lo pequeño, lo imperceptible, lo innombrable por ser multifacético. El síntoma está en la “corrupción de a pie”.

Hay que fijarse en cómo nos indignamos por los casos de grandes dineros desaparecidos, pero no nos indignamos –y esto es casi una repetición- cuando queremos evadir un problema. Claro, necesitamos hacer las cosas rápidas, salir del paso, evitarnos tanto lio. Esa pequeña corrupción también agota a un país consagrado a un dios hecho hombre que de existir tendría su mano en el rostro lamentando habernos creado. Nos dio el libre albedrio para simplemente fregarnos entre nosotros. Ahora, ¿Dónde está la solución a esa corrupción? Está en tu corazón pequeño amigo, pequeño gran héroe. No pido que se unan al bando, pues siempre habrá un mártir que pague, siempre habrá alguien que se sacrifique, tal vez, de ahí que este país sea consagrado a ese amigo imaginario.

En lo profundo de este país, en los profundo de su corazón, en el corazón de su corazón vemos que al honesto se le martiriza desde todos los frentes. No podemos andar sin dejar de ver como las noticias se llena de gente que cobra de más, de papeleos absurdos, de caminatas sin sentido, de cobros que son imposibles pagar, de créditos que endeudan al que no tiene, del pago de seguros que no se pueden utilizar, de golpes que se cometen cuando uno pregunta porque el cobro tan alto, de los mal-parqueados, de los particulares que no ven que están en un lugar destinado para el trasporte público, de los colados porque creen que así le están quitando un poquito de dinero al gobierno y de aquellos que cosquillean, amedrantan y son viles con el transeúnte tranquilo.


En el corazón del corazón del país consagrado al sagrado corazón, al parecer la modalidad está en que si se es honesto y sincero eres ese corazón rojo con una herida en el costado del cual sale una gota de sangre, y estás coronado de espinas con las cuales te hieres y te recriminas por no ser más astuto. Y luego de esto, te van a atacar, te ataca el de la tienda, el que se cola, el que cobra de más, el que te manda hacer la fila, el funcionario que te cobra por su trabajo, te atacan de todo lado, y el látigo es un ataque a la moral, al espíritu; la cruz que llevamos a cuestas nos la cargan con más peso. Bien dice la palabra, no importa cuanto hagas, siempre va a haber alguien que quiera aprovecharse.

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