LA
DUDA EXISTENCIAL
Por:
Carlos J. Gutiérrez.
Hemos vivido el paso por
unas elecciones traumáticas, extrañas, en unos casos imperceptibles, en otras
tan bullosas como un bosque. Hemos pasado por dos meses en los cuales reinaron los
slogans, las frases rebuscadas además de los lugares comunes que continuaron
siendo comunes porque al fin de cuentas todos los candidatos se centraron en
tratar de cerrarnos los ojos con las frases esperanzadoras o con ideas de
avanzada. Buscaron que los jóvenes se acercaran a ellos para hacerlos
comprender que el cambio es ahora. Uno de ellos ganó. Pero, ¿Cambio de qué? ¿Cambio
de quién? ¿Esperamos un nuevo amanecer, la llegada de un civilizador desde el
horizonte que al fin nos libere de las ataduras del “atraso” abriéndonos los
ojos, volviéndonos más eclécticos, más innovadores o más laicos? ¿Realmente
llegó eso? Todo eso genera una duda, no por el que salió a celebrar su
victoria, sino por los que están atrás de él.
Maquiavelo decía que “no
siempre las buenas acciones son oportunas y eficaces”. Esto tiende a aplicarse
a cualquier discurso, ya sea el de todos los candidatos presidenciales uno o
dos días antes de la primer jornada de elecciones, ya sea el de Sergio Fajardo
cuando decidió votar en blanco e irse a ver ballenas para descansar del trajín
que significa una época de propaganda política o de candidatura presidencial, también
cuando De La Calle desmoralizado dejó que sus votantes apoyaran al que ellos
quisieran ya que si no los convenció para que votaran por él, qué sentido
tendría mandarlos a votar por otro, o también se aplica a Petro cuando en el
posible tweet del que todo el mundo habló, escribió que llegó la hora en la que
Colombia escogería entre un paraco o un cambio. Detrás de todas estas acciones había
algo bueno, algo interesante, pero en ningún caso constituyó algo realmente
eficaz para el tiempo en que vivimos.
Lo mismo le puede suceder
al presidente electo quien en su discurso posterior a la victoria se quedó en
los mismos lugares, sin mirar a las espaldas, sin decir algo nuevo que nos
permitiera vislumbrar un verdadero cambio. Con sus palabras se ven una cantidad
de buenas acciones que no se sabe qué tan eficaces sean, no se sabe qué tan
concretas u oportunas para eliminar los problemas que hoy en día nos cobijan sean.
Todo, todo cuanto de aquí en adelante surja no es más que una duda existencial,
Pues, está o estará asesorado por políticos de largo camino, ensimismados en el
pasado inmediato o en un tiempo que desde nuestros ojos es anacrónico.
Lo anterior refleja el
cumplimiento de la máxima maquiavélica, sobre todo, cuando en su discurso de
victoria afirmó un retorno al estado de seguridad que, según él, necesita el
país. Pero de lo que no se da cuenta es que generar una seguridad democrática 2.0,
continuando lo iniciado por su mentor, es básicamente irse al pasado,
rencauchar una política que para ese momento funcionó y aplicarla con alguna pequeña
modificación hoy en día creyendo falsamente que lo que sirvió en el pasado
funcionará en el presente. Esto no es una decisión de cambio, es una vuelta en
donde se valida el conflicto armado como práctica natural, algo que con este gobierno
empezábamos a modificar. Es, al fin de cuentas, como modificar un carro
antiguo, buscas las partes, lo pules, lo pintas, le arreglas el sistema de
encendido y lo presentas. Lo que no sabes es que su costo es elevado, no es útil
y termina haciendo parte de un museo, algo para apreciar pero no para utilizar.
Se dice que Duque es un
joven, lo critican por no tener experiencia, por ser un impúber que a duras
penas llegó a ser senador bajo la sabana de Uribe y de ahí dio un salto a la
presidencia. Cualquiera diría que esto lo inhabilita para administrar el país
de una manera adecuada, pero, piénselo bien y dígame qué presidente, anterior
al recién elegido, a partir de su experticia logró una excelente, impecable o
adecuada administración. La respuesta es ninguno, pero si quiere averiguarlo
para respondérselo, hágalo. No con esto apoyo o apoyé a Duque en su
candidatura, pero si lo criticamos únicamente por su falta de experiencia es lo
mismo que decir que no compremos ropa nueva porque no ha sido usada. Después de
todo lo anterior, después de hablar de lo que dijo, de quienes están a sus
espaldas como posibles asesores o hablar de su juventud, en lo único que podemos
estar de acuerdo es que la duda existencial solo se resolverá cuando empiece a
administrar, y el saber si es un títere o un humano solo dependerá de él.
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