martes, 12 de diciembre de 2017

SORPRENDERSE CON LO OBVIO

SORPRENDERSE CON LO OBVIO

Por: Carlos J. Gutiérrez.

Al parecer nos vivimos sorprendiendo de los obvio. Como sorprenderse porque, a pesar de todas las medidas, siguen existiendo los llamados quemados. Y estos siguen siendo en muchos casos los niños, pues, padres o familiares de corta mirada continúan creyendo que están habilitados para lanzar un volador, prender una chispita o mirar muy de cerca un volcán. El día de velitas, mientras esperaba en un largo trancón, veía como una madre le pasaba a su hija no mayor de cuatro años una chispita, y si, no es que sea un gran caso, pero ahí es donde uno puede sentarse a pensar para preguntarse si ya han sido vacunados contra la idiotez. Pero aun así nos seguimos sorprendiendo.

Nos sorprendemos cuando se negaron las curules de las víctimas de la paz. Dando justificaciones que no deberían ser necesarias y cerrando los debates por el simple hecho de que no hay porque preocuparse, y el gobierno luchando contracorriente por darle algo de voz a los olvidados parece evitar creer que realmente nadie está preocupado por mantener la paz. Pero nadie lo está, porque los que tienen poder realmente quieren mantener su estatus y los que no lo tienen solo son manejados por los medios a partir de etiquetas clásicas que solo sirven para mantener la división que no le conviene sino a unos pocos. Porque somos muchos los que todavía deseamos un país en conflicto sin saber que significa estar en el centro de él. Pero aun así nos sorprendemos.

Nos sorprendemos cuando los medios nos lanzan noticias con gras fastuosidad sobre el lanzamiento de candidaturas que todos sabíamos y que ya anteriormente otros grupos ya habían pronunciado y firmado en piedra. Nos sorprendemos porque nos quieren montar de manera cínica que la democracia funciona en un país de apellidos caudillistas perpetuados en una silla donde es imposible sentarse dignamente porque saben que tienen una cruz a cuestas o un rabo de paja que en algún momento los va a delatar. Pero nos sorprendemos porque la espera hace que abramos los ojos ante la respuesta-no-esperada.

Nos sorprendemos cuando los medios nos dan a los personajes del año, y al que colocan es la estatua digna de la corrupción. Pues su incapacidad para actuar también es una forma de corromper el poder, y lo ponen sin sentarse porque también tiene rabo de paja y no lo sostiene. Pero es que la pelea estaba cazada entre dos animales, uno desde los aires, blanco algo esperanzador, el otro, no desde las cloacas, sino desde las dignas sillas cuya cola arrastra toda la peste que trajo. Y este ganó. Incluso nos demostró que ya desde la colonia éramos corruptos, porque lo hemos naturalizado. Nos lo hemos creído, somos corruptos desde pequeños, desde tiempos pasados, ya que, mientras no nos descubran lo seguiremos haciendo. Pero aun así nos sorprendemos.

Nos seguimos sorprendiendo por los comentarios “descabellados” de los políticos. Sobre todo cuando buscan redefinir la historia, cuando buscan a partir de pactos bajo la mesa eliminar el pasado trágico donde el poder sabe golpear con fuerza al desahuciado. La parafernalia que se monta toca a todas las partes, porque el pueblo ha olvidado, porque ya no se estudia la historia, porque no se pide justicia, porque nos hemos enseñado a celebrar a la oveja negra asesinada pero no buscamos respuesta ni exigimos aclaraciones concretas. Por todo lo anterior, es que los que llevan empotrados cien años como solitarios en una silla carcomida por las ratas se toman el derecho de revisar la historia borrando los actos que consideran ellos errores o mitos de cabezas fabuladoras. Aun así nos seguimos sorprendiendo.

Pero la mayor de las sorpresas es cuando abrimos los ojos al ver los bombos y platillo al escuchar que el patriarca de un partido ha por fin designado su huevito para llegar a la silla del cóndor. Es la plena miseria democrática, que bajo el estandarte de la encuesta de partido dijo que el ganador había sido el obvio, el nombre que había sonado desde hace tres años y nos sorprendemos cuando a sus otros huevitos le dice que no, cuando los demás sabían que solo estaban de nombre, por cumplir un formato, por considerarse importantes participes de un juego donde solo el poder lo tiene uno. Es tan grade ese profeta, ese patriarca, ese designado por Dios que hasta sus discípulos se niegan a contradecirlo aun cuando no tiene la razón. Pero aun así nos sorprendemos.

Así vivimos todos. De sorpresa en sorpresa, creemos todos que la democracia funciona, que los medios cumplen con su papel de manera crítica. Olvidamos que estamos en la sociedad del espectáculo, donde todo es montado con el fin de generar expectativa, pero cada uno de los actos, cada uno de los hechos, cada información, cada palabra, cada frase, cada imagen es medida a la perfección. No importa que con anterioridad lo supiéramos, no importa que en las calles escuchemos a muchos decir “y lo triste es que va a quedar presidente”, eso no importa, porque los medios nos saben montar de la mejor forma que otros pueden ganar. Todo lo hacen con miras de que al final, en el 2018, luego de la jornada de votaciones, los mismos medios puedan decir falsamente que contra todos los pronósticos y con un partido lleno de investigaciones por corrupción, el nuevo presidente es: Vargas Lleras. Y nosotros, para no perder la tradición, nos sorprenderemos con lo obvio.

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