Por:
Carlos J. Gutiérrez.
Los animales siempre han
sido la mejor forma de representar nuestras virtudes, contrariedades y
defectos. Son seres que en sí mismos parecen explicar mejor nuestra naturaleza
al momento de hablar, hacer o pensar las cosas, son elementos poéticos que
juzgan indirectamente la realidad en la que vivimos y que por tal motivo
siempre han de ser usados. Para todas las cosas nos tildamos de animales, nos
volvemos fieras, mansas palomas o perros fieles que simplemente sirven para
mirarnos al espejo, no porque nos bajemos al estatus de esos seres sino porque
los subimos a la cotidianidad en la que existimos. De todos, el que es más
famoso para nosotros hoy en día es el cerdo y no porque los más viejos nos
acordemos del puerquito valiente o
los más jóvenes de Peppa pig, sino
porque –como dijo hace poco matador- desde un meme o una caricatura hasta la
expresión cultural de un pueblo que ama los carnavales, el cerdo se convirtió
en el símbolo de nuestros males sociales.
Y al parecer nuestra
realidad no está lejos de la universalidad humana que nos hace ser parte de
este pobre mundo. Cuando nos acercamos a las diferentes mitologías nos damos
cuenta que el cerdo simplemente es un ser que se desprecia, un ser que se
mantiene al margen pero que nosotros en nuestra lamentable ignorancia lo
convertimos en alguien a quien seguir, como si fuera el rector o sumo sacerdote
de una misa negra en la cual somos auditorio y sacrifio para algún supremo
escondido entre los matorrales. La verdad es que tal vez no existe peor animal
que este; el cerdo, para los judíos, es un ser depravado cuya voracidad hace
que se trague hasta a sus propias crías, así como un designado líder decide
afectar a sus seguidores a partir de leyes o reformas que los afecta al punto
de desaparecerlos ¿Hay algo más depravado que eso? Tal vez si, porque tal vez
se pueda tomar como se toma para los hindús, un artefacto que sirve para
limpiar la basura, así como el fiscal, el senado, el exprocurador y algunos otros
han podido utilizarlo para quedar como santos inmaculados a los cuales solo hay
que agradecer.
Pero tal vez seamos
exagerados, tal vez nos extralimitemos con las formas en las cuales juzgamos a
quien los pastusos hace poco le hicieron carrosas, tal vez solo deberíamos de
tomarlo como los chinos toman a los cerdos, como alguien tonto, alguien que
incapaz de ser coherente comete tantos errores que deja al mismo tiempo limpio
a su progenitor político. Alguien tonto que es capaz de mandar saludes a los
excolonizadores o decir erróneamente que unos, que en varias ocasiones se
mantuvieron al margen y neutro frente a la campaña independista, fueron grandes
colaboradores y la realidad es que, según Finol en su texto “Lecciones de
historia al presidente Duque”, incluso en algún momento le prestaron ayuda a
los realistas para vencer a los independentistas. Tal vez sea un tonto porque
en vez de comportarse como un hombre de poder se comporta como un subordinado
lleno de miedo.
En sí mismo, el cerdo es
una imposibilidad para llegar al poder, es un ser al cual, según el refrán ruso,
no se le puede dejar al país (tu propio negocio, tu tierra) porque está
interesado directamente en el. Y no lo está para ayudarte, para apoyarte, para
hacerte crecer; está interesado para poseerla, para quitártela, para ayudar a
otros a pasar bajo el radar y no poder ser juzgados de una forma correcta. Lo anterior
implica que al ser una imposibilidad y ser consciente de esto es necesario que
deba disfrazarse, igual que un murraham
o cerdo como le decían los árabes o los cristianos a los judíos que se
convertían al cristianismo falsamente porque en la consciencia permanecían
fieles a su fe judía. Y eso es lo que sucede en campaña, el cerdo era un
disfraz con el cual convencía a las masas mientras escondía sus intenciones
para poder ser elegido, aceptado y empoderado. Detrás de eso hay algo depravado,
detrás de eso se esconde alguien ruin. Alguien que conoce muy bien el refrán que
dice que si un cerdo tuviera alas podría volar, mas no implica que lo vaya a
hacer.
¿Cómo puede ocurrir que
el cerdo vea el cielo? Es una imposibilidad que un hombre simple, pequeño, sin
aspiraciones mayores llegue a un cargo al cual solo los grandes, imponentes,
ególatras (porque si, los malos también llegan a ese cargo) o narcisistas
aspiran. Es una imposibilidad que un desconocido con un pensamiento tan ruin se
corone y le pongan la cinta de regente. Por desgracia, esa imposibilidad del refrán
ruso se volvió una realidad para nosotros no solo porque vio el cielo sino
porque lo alcanzó. Se volvió una realidad porque tal vez es el artefacto con el
cual limpia la basura su progenitor, porque tal vez gustamos de creer a todo
aquel que es un murraham, porque tal vez, y solo tal vez, también somos igual
de ruines.
De las mejores columnas que he leído. Está llena de referencias increíbles que logran describir de manera perfectas nuestra realidad como país. Felicitaciones !!’nn
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