UN
FRAGMENTO TEMPORAL Y ESPACIAL EN BOGOTÁ
Por:
Carlos J. Gutiérrez.
Hace poco el ilustrador
Gusanillo de Tierra público en Instagram que pronto saldría a la venta su
número seis de “Carajo” un comic autopublicado que contenía dos historias dibujadas
por él. El lugar en el cual se realizaría por primera vez la venta iba a ser en
chapinero, en la 17 con 68 después de la Caracas. Habíamos salido de Modelia y
cogimos un SITP que tomó la Esperanza, la 68, la calle 63 desde el Simón Bolívar
hasta la iglesia de Lourdes; nos bajamos y caminamos hacia el occidente para
pasar la caracas voltear por la carrera 16 y llegar a la 17 con 68. En esa
parte, pensé en lo parecida que eran esas calles a las del centro entre las
calles 13 y 22, sus edificios sucios y en algunos casos llenos de mercancías por
las ventanas, los institutos técnicos, los bares sospechosos, las calles llenas
de basura y los locales tetiados de productos bajo una luz oscura con paredes añejadas.
Llegamos a lugar de la “Feria
inaugural”, se realizó en una casa cuya puerta metálica y en rejas dejaba ver
ocho stickers, algunos de ellos de Raiiz Grafika. La pared, también pintada de ese
color metálico, en uno de sus lados tenía el cartel impreso a blanco y negro de
la feria, una persona nos indicó que la feria se desarrollaba en el tercer
piso. Un corredor largo, angosto y oscuro, nos llevó a un parqueadero
improvisado de bicicletas y al lado de estas unas escaleras angostas que nos
dirigieron al piso del evento. Eran tres espacios; en el primero se encontraba
el colectivo Globoscopio atendido por Henry Díaz y que tenía para la venta a su
famoso “Señor P.”, Dos Aldos, Partículas y estampas dibujadas por él mismo. En
el segundo espacio nos encontramos con venta de stickers y peluches hechos al
estilo de los de Mr. Fox, al lado de ellos nuestro famosísimo Gusanillo con sus
comics autopublicados y patrocinando a una ilustradora paisa.
Con él fue mayor la
charla, con él, esperamos a que nos firmara los comics comprados y preguntamos
sobre su trabajo con el monje EMOK. En frente de él, estaba una máquina, una antigüedad
hecha en hierro y que acompañaba a dos ilustradoras que exponían su trabajo
realizado en litografía. Nos quedamos con una especie de mariposa-avión que
tenía la leyenda “BON VOYAGE”. No fue lo único interesante que vimos, el grupo
Raiiz grafika vendía un fanzine sobre los stickers del barrio Ricaurte, un
poquito de historia gráfica bogotana en los que la burla y la identidad nos
recuerdan que las calles nos hablan a cada momento. Estar visitando estos lugares
tiene su aire de independencia, de rebeldía comercial, sus vestimentas, los jeans
rotos, medias en malla, esqueletos estampados con algún símbolo o mensaje
alterno, sus cabellos pintados por capas demostrando una feminidad transgresora
y suelta. La feria era una rebeldía heredada del punk que encuentra en la
ilustración un espacio temporal y físico efectivo para transmitir.
Lo anterior se reflejaba al
extremo en uno de los ilustradores del tercer espacio que con su estética
estilo Pussy Riot versión masculina: vestido completamente de negro, converse
viejas y rotas; y con un pasamontañas que estaba bordeado con hilo rosado para
formar un rostro que al mismo tiempo se ocultaba, sacaba a la luz sus productos.
Era transgresor en su obra, pero también reflejaba pena y timidez; como si en algún
momento sintiera que dibujaba algo grotesco, amoral o viciado. Su risa delataba
un nerviosismo como el de un contrabandista al creer que puede ser atrapado, enjuiciado
y encarcelado. Pero cómo no, si sus figuras influidas por series como “Rick and
Morty” o “Hora de aventura” le permitieron dibujar a un calvo ahogándose en un
lavamanos como si fuera el lunes de todo trabajador aburrido. Cómo no, si fue
capaz de dibujar un fanzine sobre el kamasutra en el que la pareja demostrativa
era el diablo y un Jesús crucificado. La genialidad en la transgresión siempre
ha sido algo underground. Cuando lo vimos, una pareja se sorprendió por un
dibujo que les realizó y dejaron para el recuerdo algunas fotos que subirán a Instagram,
así como yo publicaré esta historia y las fotos que tomé.
Cuando salimos, caminamos
hacia la Caracas y ahí, la mejor parte fue encontrarse una calle desconocida;
fue descubrir una casa antigua, azul, que en su pared mantenía una placa que
rezaba “CHICHERIA DEMENTE” ubicada el LA CONCEPCIÓN 69 con 15. ¿Qué pasaba con
esa historia oculta, quién la manejaba, quién fundó esa chichería, cuanto de
estos lugares ocultos en esta inmensa ciudad se pueden encontrar y de los
cuales se puede hablar, narrar o escribir? Igual nos sucedió cuando en la Caracas,
caminando hacia la 72, nos encontramos una puerta blanca pintada con letras en rojo,
estrellas, perros, pájaros o gatos coronados por un gran ojo negro en la mitad
y a sus lados dos hombres con los brazos abiertos.
Cuántas veces recorremos
la ciudad buscando espacios significativos sin saber que estos solo se
encuentran gracias a la casualidad. Recuerdo los que se han borrado, como el
grafitti de un zorro en la 24 con 26. Los recuerdo porque eso suele suceder con
la ciudad, que es una constante transformación, en donde todo se acaba más rápido
de lo que empieza. Haber visitado “La feria inaugural” me recordó eso, me
recordó que la vitalidad de la ciudad está en sus espacios subterráneos, en los
lugares atrapados en el tiempo, en ese aroma a antiguo o el olor de la lignina
de los libros viejos. No olvidemos que a Bogotá hay que recorrerla, hay que
vivirla como se vive el amor por alguien. Porque así como una casa de fanzines,
una placa en la pared de una casa, o una puerta escondida en una calle
principal; los espacios bogotanos son inconclusos, incondicionales e impredecibles
a nuestros ojos.
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