lunes, 25 de noviembre de 2019

LA BARRICADA CONTRA LOS FANTASMAS

La barricada - Otto Dix (fuente: pinterest.com)


LA BARRICADA CONTRA LOS FANTASMAS

Por: Carlos J. Gutiérrez.

En medio de la noche, la oscuridad oculta los miedos que de niños nos acogían. Un destello rápido, un grito, el sonido de una alarma, alguien que inició con los gritos, el “¡ahí va!” pero sin saber quien va. Las mujeres temerosas, otros hombres igual, los palos de escobas vueltos armas, una katana, un rifle, una pistola, varios machetes. La mirada amenazante y amenazada de muchos me hizo recordar un cuadro de otto Dix que había visto en una enciclopedia de arte contemporáneo en la hoy desaparecida biblioteca Colsubsidio del barrio Roma. Me hizo recordar ese cuadro porque en la noche del viernes me sentía dentro de él. Al momento de buscarlo solo tuve el recuerdo del nombre, no por el cuadro, debo admitirlo, sino por la canción de 2 minutos – la banda de punk argentino – cuyo nombre es igual al del cuadro.

Die barrikade se llama el cuadro expresionista que se me vino a la cabeza en la noche del viernes. No encontré la versión que permanece en mi cabeza desde hace más de diez años, pero si encontré otra que igual no está lejos de lo que vivimos en Bogotá. Ya que por un momento corrió parte de la historia de este país por mis venas: la luchas entre unos y otros porque hay que liberarse de un yugo, el machete de tres abuelos que con todo y ruanas me hicieron pensar en el bogotazo y cómo en un día todo se fue al trasto; los disparos alternos entre silencios y algo parecido a explosiones me recordó los titulares de finales de los ochenta e inicio de los noventa cuando los carros, las cartas, los cilindros o cualquier otra cosa se volvía una bomba. En fin, por un momento, el viernes se volvió doscientos años de historia. ¿Qué fue lo que nos pasó?

Realmente lo que pudo haber sucedido fue un levantamiento pacífico vuelto un suicidio que para unos fue necesario y para otros simplemente fue una pérdida del objetivo. Lo sucedido fue la forma de demostrar como la protesta no logra llegar a la propuesta, no porque no tenga la intención sino porque consideramos que atropellar las estaciones, la policía, los locales, las casas o el transporte público es la forma de decir “No más”. No obstante, lo triste de este pensamiento es que ese grito iracundo que vuelve las marchas un acto violento hace que se pierda, así sea por un momento, la fe en el cambio. ¿Qué puede salir de un acto en donde los tambores se llenan de sangre y de furia? Algunos creerían que es un renacimiento, un fénix surgido de las cenizas para restablecer el orden que dejó el caos a su paso. Otros, considerarán que simplemente fue la forma de comprobar que el cambio se acaba cuando se piensa que la salida más valida es el holocausto.

Y tal vez los unos o los otros tengan razón; las protestas, las marchas y los disturbios simplemente sirven, en algunas situaciones para comprobar que nuestro comportamiento animal todavía nos domina. Somos como lobos que, al momento de encontrarse con otro grupo, se miran, se sienten amenazados y atacan hasta matar. También nos parecemos a las aves de rapiña que a la menor oportunidad tomamos lo que consideramos nuestro, como si esa fuera la manera en que debemos actuar. Somos, al mismo tiempo, ese grupo heterogéneo de bestias que al sentir un temblor o una perturbación arrancan en estampida arrollando todo lo que se tienen a su paso, olvidando lo que debemos hacer y el cómo debemos comportarnos. En el caos, surgen de nuestras cenizas las aspiraciones violentas de nuestro instinto en una selva de cemento cuyo bestiario no deja de construirse y hace que pasemos a estar por debajo de aquellos que se extinguen.

Ahora, ¿qué de humanos nos queda en ese comportamiento animal? Lo único que tal vez se puede afirmar es la imbecilidad de protegernos detrás de los otros. Ocultarnos bajo los defectos de los que consideramos nuestros enemigos. Afirmamos las noticias falsas, los comentarios sin sustento y las cadenas de mensajes que prenden las alarmas como un grito que espera ser seguido. Estamos tan inmersos en un estado de conspiración que la verdad ya no se nos hace evidente con una lampara, antes bien, la apagamos para sentirnos desprotegidos, gritar, seguir detrás del otro, y así, armar una turba con el fuego de la palabra. Nos inventamos enemigos fantasmas contra los que construimos barricadas que satisfagan nuestras ansias de destrucción.

En el panorama apocalíptico que se pinta aquí, no quiero dejar a la oscuridad reinando. No sería algo obvio si lo que se quiere es que nos iluminemos y dudemos o pensemos. A pesar de que podemos afirmar que las redes sociales son promotoras del pánico y el llamado al caos, también tienen la ironía de revertir nuestra situación en un abrir y cerrar de ojos, de estrellarnos a la cara, como si de un pastel se tratara, la verdad de cuántas realidades se percibe. No había nadie (pum), solo eran falsas alarmas (¡una más!), una fake news que te tragaste (¡la del cierre para que aprendas!), ¿no te sientes como si la dignidad te hubiera abandonado? Sí, me siento como un imbécil cuando actúo como una estampida temerosa de fantasmas en la noche que terminarán siendo nada y pasarán a alimentar la sabiduría popular a costa de nuestras espaldas torpes.

La verdad, si es que no es otro fantasma que perseguimos sin alcanzar, es que, a pesar del tiempo, de los medios, de la ciudad, del vecino, la vecina, el conjunto, el barrio y las veces que salude a ese que está a mi lado, el pánico me hace desconfiar del otro porque simplemente el otro no soy yo y pienso que me va a herir, me va a dañar, me envidia o me desea muerto. Y si esto es así, entonces que caiga primero el otro. La verdad es que la sociedad vigilante todavía sigue siendo de nuestro aprecio, así como para el bondadoso hombre es bueno rezar al dios omnipotente para ir al cielo a pesar de odiar al otro hasta el punto de dañarlo.

martes, 16 de abril de 2019

BOGOTÁ EN SUS PRÓXIMOS ALCALDES


BOGOTÁ EN SUS PRÓXIMOS ALCALDES[1]
Por: Carlos J. Gutiérrez.

Ya inicia la carrera por esta alcaldía que tantos desean, ya no existen nombres tan concretos porque el pasado los dejó borrados, no pensamos en un Petro, en una López y el señor Peñalosa pronto acabará su mandato (no importa si bueno ni malo… pero por fin lo va a acabar). Lo último que se ha podido saber, gracias a los medios, es de un puñado de nombres de los que solo el de una es muy conocido, otra López, ahora, ¿El que sea la más conocida la hace más fuerte? No necesariamente. Sin tomar partido por ninguno, miremos esas cartas de los partidos para obtener la alcaldía de la ciudad más importante del país (?).

Hablemos de los “desconocidos”, llamándolos así simplemente porque son nombres que han estado en los radares bajos de la política colombiana; no salen en televisión ni en el periódico, ni en las redes, son nadie, siguiendo el hilo de la ignorancia filosófica de este mundo: “Si no están en los medios, no existen”. Esto no les quita mérito, esto tal vez sea un as bajo la manga por ahora. El Espectador[2] en su artículo los llamó “Los alternativos”. ¿Qué tendrán de alternativo? Pues no lo sabemos. Por un lado tenemos a María Andrea Nieto, exdirectora del SENA, quiere lanzar su candidatura a la alcaldía desde la plataforma de las firmas; una comparación realizada por ese medio, la hace una candidata que se aleja de lo tradicional, evitar las coaliciones además que busca impactar en los grupos ciudadanos ambientalistas y lo naranja.

Ha trabajado tanto en lo público como en lo privado, es madre; ella lo presenta como una fortaleza pues tiene la capacidad, según ella, de poner la “casa” en orden. Busca una sociedad fundada en el “bien-estar”; en su diagnóstico se pone en contra de Peñalosa, al afirma que la ciudad está atascada, insegura y enferma. Toda una mirada crítica que nadie había visto (?). Habla tibiamente (muy en onda con fajardo) sobre el metro, habla de no perder plata cambiando las decisiones ya dejadas en esta alcaldía, es repetitiva al hablar del Transmilenio y del SITP (nada nuevo, la preguntas es ¿Alguien podrá hacer algo con ese sistema de transporte? Peñalosa nos dejó bien engrampados desde el 2000). Habla de la ciudad 24 horas para reducir la contaminación y su política contra la violencia hacia la mujer y el niño no es muy amplia o concreta en lo que dice.

El segundo desconocido es Luis Ernesto Gómez, exviceministro en el gobierno de santos y con una coalición del centro-izquierda. ¿Qué nos dice El Espectador sobre este “Alternativo”? es un buscados de los “cambios profundos” a partir de una agenda naranja, su grupo busca a la gente que odia la política (¡) pero que tiene una agenda, el papel del internet parece ser muy importante y su grupo al consejo es casi 50/50 con relación a género. Habla de ser un grupo cultural (masa naranja) que busca consciencia y sostenibilidad para la ciudad, escoge el subterráneo, (muy Petro, lo que chocaría con la agenda actual del palacio de Liévano) y una política de transporte progresista (hablando del partido no de la cualidad). Con relación a la seguridad, no dice mucho, más bien repetitivo, sabe cifras, no se sabe que tanto las vuelva acciones.

Como vemos, tal vez de alternativos solo tengan lo desconocidos, pero no nos desanimemos, dejémoslos hablar y proponer para mirar con que nos van a salir. Por el momento, pasemos a caras un poco más visibles y mostradas desde el ojo de La silla cachaca.[3]

No es que no sea desconocida, es que su partido es el máximo representante de una parte de la política tradicional disfrazada de alternativa: el centro democrático. Ángela Garzón hija de Angelino, es apoyada por el partido en la pugna por la alcaldía frente al oponente de Cambio Radical: Miguel Uribe Turbay. Lo que podemos ver aquí, es una mano de delfines que heredaron el poder o cuasipoder de sus padres y/o familiares. Elegida por los no uribistas (?) empieza a trabajar para llegar al palacio con propuestas ancladas en su concepto de “centro social” acercándose a las poblaciones que no se siente representadas por el CD, se ha alejado de lo propuesto por Peñalosa (como todos, quién quiere estar cerca) en el gobierno actual. Desde otros puntos la ven como una contraparte de López, pero igual podríamos decir de Nieto o de otra mujer que se quiera lanzar a la alcaldía. No la tiene segura, pero así la han mostrado en los medios.

Su contrincante más cercano es Miguel Uribe Turbay, este va más en la línea de Peñalosa. Hijo de un concejal, de una periodista asesinada por “los extraditables” y nieto de un expresidente, es un delfín más que siendo un joven concejal se opuso a Petro durante su mandato, un ala muy derecha como podemos ver. Alienado con Vargas Lleras o por lo menos con sus formas de hacer política se fue en busca de firmas para su aspiración a la alcaldía y las lograría gracias a sus amigos concejales y ediles, toda una maquinaria política en acción. Desde su plataforma de avancemos quiere ser continuador del modelo de ciudad propuesto por el actual alcalde, quiere acabar con los expendios de micro tráfico (no recuerda el mito de la hidra o no recuerda lo que sucedió con la desaparición del Bronx o el cartucho, o lo sabe pero considera que es una buena apuesta). No piensa en la primera línea del metro (que para él ya está diseñada y lista para construir) sino en una segunda; habla de la reserva protegiéndola y desarrollándola, habla de conectividad y de funcionalidad, de eso que se hace en la actual administración (¡) y que se debe continuar. Un firme continuador.

Del Polo, qué podemos decir de ese partido que pareciera negarse a morir cuando ya está muerto, cuando nadie más piensa en ellos más que un partido que mostró su peor cara cuando destruyo o robó a la ciudad. A pesar de eso, Cielo Nieves lanzó su candidatura y respaldado por el partido, se dedicó a dar una clase a cielo abierto, según semana[4], sobre medio ambiente y Transmilenio, finalizando con una merienda de empanadas (muy a lo de “me voy en contra de las absurdas formas de proceder de las instituciones gubernamentales). Cercano a los docentes por toda una carrera entre los mismos su candidatura se centra en este elemento, asegurando que es necesario una política de alta calidad y cobertura[5]. Otras propuestas es la oposición sobre el tema de la reserva, el ataque al micro tráfico con educación y empleo, además de su férrea oposición al modelo de metro propuesto en la actualidad. En fin, una política de izquierda que mira lo malo de otros y no lo malo de ellos, como si no se hubieran purificado.

Por último y no menos importante: la exsenadora Claudia López, quien bajo el ideal de “construir la ciudad que soñamos” (no la que necesitamos) logró ganarle la puja al exsenador, excandidato presidencial y exgobernador, el señor Wolf. Arrancó, según semana[6] de una manera moderada, esto quiere decir que en cierta medida, no va a mover lo que deje el actual alcalde sino que de ahí va a empezar para seguir su posible gobierno, tal vez lo dice, teniendo en cuenta que trabajó con Peñalosa en su primera administración y casi que de ahí en adelante arrancó su carrera política fuerte (Algo así como evitar quemarse criticando a alguien con el que alguna vez estuvo al lado). Buscará en sus propuestas fortalecer la cultura ciudadana (muy Mockus), un tránsito a las energías limpias (muy Petro), y se opuso a lo expresado por Peñalosa sobre Transmilenio o la Van der Hammer (muy “voy evitar prácticas poco populares entre los capitalinos”) además de esto, también se encuentran las propuestas sobre el hurto, la violación o el microtráfico aumentando el pie de fuerza y trabajando fuerte en el modelo ciudadano de Mockus. En fin, no sé qué tan viable sea esta candidatura, no sé si le ayudará a los otros por cualidades personales o si eso no tendrá un efecto tan grande, no sé si replicará aquí en Bogotá lo que sucedió en Chicago. Lo único que se sabe es que es la más visible y tal vez a la que muchos de los otros candidatos le apunten a vencer.

Por lo demás, no hay mucho que decir, tal vez no se habló de otros candidatos, como Garzón el exalcalde, Luna, Gaviria, el recién salido Wolf, Jorge Rojas o Hollman Morris. No se habló porque no son candidaturas tan viables o todavía están a la espera de las decisiones de los líderes de su partido. Lo que si debemos decir es que el gobierno de Bogotá debe buscar transformarse, no es una ciudad simple, es una ciudad compleja, mucho más que las otras capitales nacionales, y si no nos damos cuenta de esto, no encontraremos la solución al montón de problemas que la dominan. Bogotá lleva tiempo estacionada en el pasado. ¿Qué nos ofrecen los candidatos para lanzarla al futuro?

domingo, 17 de febrero de 2019

UN ACCIDENTE


UN ACCIDENTE
Por: Carlos Julio Gutiérrez.

Sabemos que la visión europea (por lo menos a nivel general y la que más se ha establecido durante mucho tiempo) nos introdujo en su historia “universal” desde ese accidental 1492 en que Colón por puro desconocimiento llego a estas tierras. Esa visión llegaba con un compendio de saberes que recién se empezaban a volver a contemplar y otros que llevaban mil años contemplándose y convirtiéndose en los saberes claves para el desarrollo de la sociedad occidental. Lo anterior siempre lo tenemos en cuenta al momento de preguntarnos porque llegamos a donde llegamos, pareciera que por los azares del destino el encuentro entre españoles e indígenas se convirtió en la piedra angular de nuestro ascenso como sociedad, pero, lo que olvidamos es que antes de ellos habían otros que tenían un ritmo de vida, de costumbres y de lenguaje totalmente diferente. Tan diferente que cuando hablamos de 1492 nombramos la palabra choque y nos damos cuenta que los indígenas que habitaban estas tierras tuvieron que pasar de una época clásica, preclásica o “primitiva” –como se quiera decir- a una modernidad de organizaciones sociales jerarquizadas bajo un modelo mercantilista, sin tener la capacidad de reaccionar tranquilamente.

Ese es –a grandes rasgos- el macro contexto que nos domina y que por más que queramos modificar se nos sigue dificultando retirar, no contemplar o cambiar aquello que desde los colegios debemos aprender. ¿Qué sucede con una sociedad cuando sus necesidades o posibilidades de crecimiento están supervisadas por un mundo que es externo en su mayoría pero que mantiene su influencia como una piedra roseta o una biblia fundamentalista que no nos deja pasar de los límites que nos propone? En cierta medida es como la frase de la película “El código Da Vinci” que rezaba: “Hasta aquí y no más adelante”. El macro contexto se convierte así en el principal elemento de la cadena que desde un pulpito da las directrices a seguir para que los demás simplemente digan “Amen, amen hermanos”.

La capacidad de frustración que se puede llegar a tener por lo dicho en el párrafo anterior puede ser muy grande. Surgen preguntas como ¿Para qué construir métodos de enseñanza efectivos para poblaciones periféricas según sus necesidades? ¿Alguna vez las instituciones públicas desde su lugar de poder comprenderán que deben ser independientes y generar políticas menos centralizadas? ¿Qué tan bueno es perpetuar un conjunto de saberes que se dan desde unos espacios que no son los nuestros y que piensan que lo único válido es aquello que ellos consideran pertinente? La vida del educador está siempre envuelta por estas preguntas, todos los días o por lo menos algún día a la semana nos preguntamos si lo que estamos enseñando o lo que los estudiantes están aprendiendo, realmente es práctico por lo menos a mediano plazo. De lo anterior no me resta más que contar la anécdota que me surge todos los años cuando voy a empezar las clases de lengua en grado décimo. Siempre arranco con la duda de porqué los libros escolares siguen generando como tema los mil años de la literatura española. ¿Cuándo me decidiré a proponer que se elimine la enseñanza de esa literatura? Definitivamente ese accidente de 1492 me ha dado muchos dolores de cabeza.

domingo, 10 de febrero de 2019

UNA CLASE (O DE CÓMO SE MUESTRAN LAS COSAS)


UNA CLASE (O DE CÓMO SE MUESTRAN LAS COSAS)[1]
Por: Carlos J. Gutiérrez.

Las expectativas con las que se ingresa a una nueva clase o a un nuevo programa siempre o casi siempre tienden a parecerse al primer día de colegio. Las sorpresas o lo que imaginamos sobre esa primera clase tienden a ser una serie de posibilidades que fácilmente se convierten en un contexto, una pregunta y varias opciones respuesta. El resultado será ese A, B, C o D en el cual se predijeron multitudes de actitudes, mecanismos o sistemas de enseñanza que nosotros mismos, como docentes, aplicamos alguna vez en un salón de clase. Pero la pregunta es, ¿cómo es posible que esas opciones no contengan el suceso real de lo que pasó? La sorpresa de lo inesperado puede en algunos momentos ganarle a la subjetividad de lo que conocemos como clase.

Imagínese usted que se llegue al salón de clase, que nos esparzamos por el salón, temerosos de entablar una relación cercana con los demás y que después de un tiempo de solución de dudas o inquietudes llegue el profesor que en algunos casos es más joven que nosotros y con la confianza de un amigo nos salude sintiendo la gratificación de ver a un grupo de personas lo suficientemente listos para recibir una clase. Hasta ahí, normal, ¿cierto? Pero esto cambia cuando ahora recuerdo que, adelantándome, al final nos dijo que si nos dábamos cuenta de todo lo que habíamos sacado de información a partir de un solo video de dos minutos. La verdad es que sí, con dos minutos de información todos podemos llegar a sacar ideas, inferir relaciones o determinar conclusiones que mediadas entre lo que vimos y nuestras creencias construyen la realidad que desde una clase podemos llegar a construir.

Imagínese que desde el primer momento la organización de la clase va desde el conocimiento del estudiante no por su nombre sino por lo que dice o hace. De cada uno de nosotros salía una idea que poco a poco dibujaba un esquema en el tablero como si a partir de palabras claves se construyera un texto con sentido y una dirección concreta. Había un objetivo, si, uno muy grande, solo que se encontraba interno, era inherente. Ahora, ¿Cuántas veces construimos nosotros una clase a partir de los aportes que los estudiantes puedan manejar? Pensamos directamente que el tema, y su competencia son de total desconocimiento de los estudiantes. La verdad es otra, los estudiantes pueden llevar varios años utilizando las mismas 23 letras del alfabeto o los diez números que conforman el otro infinito número de números. Imagine que un profesor con un video de dos minutos nos diga esto sin decírnoslo, hacernos caer en cuenta que en la clase el estudiante si puede decir algo y si puede construir algo y no hablamos aquí de aprendizaje significativo o de constructivismo, simplemente hablamos de que la voz del estudiante es muy válida dentro de una simple clase sin importar la escuela, metodología o forma pedagógica que se quiera aplicar.

La clase se construye con las tres principales partes que la componen, eso lo sabemos, lo que olvidamos es que esas tres partes no cumplen unos roles concretos, fijos y exactos; más bien, son como la plastilina, que se moldea sola a partir de unas circunstancias dadas. Puede que de lo anterior se hayan escrito un montón de ideas, puede que muchos profesores lo apliquen o lo consideren inoportuno para el pleno desarrollo de un objetivo a cumplir. Pero lo que diferencia a esa primara clase sobre el currículo, de las demás sobre el mismo tema, es que no tuvieron que decírnoslo, sino que de una manera práctica lo descubrimos haciéndolo. Alguna vez un youtuber llamado “Alvinsh” dijo que las cosas que mejor impactan no lo hacen porque lo digan de manera evidente sino que lo muestran de manera simbólica. Así es como sucedió en esta clase, así es como descubrimos que el significado de currículo no es lo que debemos empezar a leer, más bien, lo primero que debemos responder es por qué es tan importante un currículo. Tenaz.


[1] Texto escrito para la clase de currículo 10 de febrero de 2019.

domingo, 3 de febrero de 2019

PERSONAJES QUE SE ENCUENTRAN EN EL SITP


PERSONAJES QUE SE ENCUENTRA UNO EN EL SITP
Por: Carlos J. Gutiérrez.

Viajar en el transporte público siempre constituye un momento de reflexión. Mientras lo tomamos, pensamos en lo que hicimos, hacemos o estamos por hacer. Ya sea en la madrugada, al medio día o en la tarde-noche, el transporte bogotano es un espacio de pensamiento, un espacio que en medio de los trancones, permite que nos transformemos mientras nos movilizamos. Y es que ese espacio de 13 X 2,6 X 4 metros (en los más grandes) se convierte en un confesionario donde los más de 120 pasajeros (porque las fichas técnicas siempre mienten) sacan su lado más honesto.

Y sí, cuando nos subimos a un SITP, nos subimos todos los bogotanos y cada uno de nosotros nos volvemos personajes de esta cotidiana vida citadina en donde los trancones abundan volviendo las calles una lata de sardinas llenas de carros manejados en algunos casos con poca competencia ciudadana. Dentro de esos personajes vemos a los buena gente, los “mala cara”, mal aspecto o mal carácter que a pesar de odiar o maldecir al medio de transporte son en sí mismos uno de los principales problemas. Los muchos personajes que nos encontramos no podemos eliminarlos como hacer una resta; nos toca, por obligación, vivir con ellos y aguantarlos. Aquí vamos.

En algunos casos (la mayoría), el SITP se encuentra lleno, tetiado diría el cachaco, y nos enfrentamos con los que llamo ayudantes, esos que se quedan sin pasar la registradora porque van hasta casi el final, prefiriendo esperar que el nivel de personas disminuya. También están los cargueros aquellos que; con lonas, maletas sucias o dañadas, bolsas negras o tulas llevan cantidades de elementos suaves, duros o cortopunzantes, ingresan al bus pidiendo disculpas por los golpes propinados. Agréguese a esta categoría las madres con sus hijos en brazos, o más incomodo aun, con un carrito. Están además los escandalosos, peleones consigo mismos, con otros pasajeros o con el conductor. Los que creen que van en un taxi y alegan la necesidad de no parar. El bus que tomo diariamente, pienso, decidió dejar de recoger a dos señoras a la salida de Roma porque desde que se suben hasta que se bajan no hacen más que quejarse y pelear.

Los incómodos-cómodos son de las categorías más individualistas en algunos casos. Son los némesis de los escandalosos. Aprovechan el viaje en SITP para tener un momento de introspección sentados en una silla azul o roja con los ojos cerrados o de píe haciendo alarde de su capacidad para permanecer parados somnolientamente. No faltan los que parecen gatos que debido a su morfología, puede dormir encima de las varillas del SITP sin perder su equilibrio, haciendo que estemos más preocupados los que los vemos dormir que ellos mismos. Y así nos podemos quedar con una lista de descripciones; comentadores, vendedores, músicos, amigables, considerados, patanes, groseras, lindas, provocadores o colados. Todos hacen parte de ese collage citadino que es la lata de sardinas llamada SITP. No olvidemos que nosotros también somos personajes del bus pero que debemos ser de los correctos, de los colaboradores, para contribuir, de alguna forma a la construcción de esta ciudad.

domingo, 27 de enero de 2019

UN FRAGMENTO TEMPORAL Y ESPACIAL EN BOGOTÁ


UN FRAGMENTO TEMPORAL Y ESPACIAL EN BOGOTÁ
Por: Carlos J. Gutiérrez.

Hace poco el ilustrador Gusanillo de Tierra público en Instagram que pronto saldría a la venta su número seis de “Carajo” un comic autopublicado que contenía dos historias dibujadas por él. El lugar en el cual se realizaría por primera vez la venta iba a ser en chapinero, en la 17 con 68 después de la Caracas. Habíamos salido de Modelia y cogimos un SITP que tomó la Esperanza, la 68, la calle 63 desde el Simón Bolívar hasta la iglesia de Lourdes; nos bajamos y caminamos hacia el occidente para pasar la caracas voltear por la carrera 16 y llegar a la 17 con 68. En esa parte, pensé en lo parecida que eran esas calles a las del centro entre las calles 13 y 22, sus edificios sucios y en algunos casos llenos de mercancías por las ventanas, los institutos técnicos, los bares sospechosos, las calles llenas de basura y los locales tetiados de productos bajo una luz oscura con paredes añejadas.

Llegamos a lugar de la “Feria inaugural”, se realizó en una casa cuya puerta metálica y en rejas dejaba ver ocho stickers, algunos de ellos de Raiiz Grafika. La pared, también pintada de ese color metálico, en uno de sus lados tenía el cartel impreso a blanco y negro de la feria, una persona nos indicó que la feria se desarrollaba en el tercer piso. Un corredor largo, angosto y oscuro, nos llevó a un parqueadero improvisado de bicicletas y al lado de estas unas escaleras angostas que nos dirigieron al piso del evento. Eran tres espacios; en el primero se encontraba el colectivo Globoscopio atendido por Henry Díaz y que tenía para la venta a su famoso “Señor P.”, Dos Aldos, Partículas y estampas dibujadas por él mismo. En el segundo espacio nos encontramos con venta de stickers y peluches hechos al estilo de los de Mr. Fox, al lado de ellos nuestro famosísimo Gusanillo con sus comics autopublicados y patrocinando a una ilustradora paisa.

Con él fue mayor la charla, con él, esperamos a que nos firmara los comics comprados y preguntamos sobre su trabajo con el monje EMOK. En frente de él, estaba una máquina, una antigüedad hecha en hierro y que acompañaba a dos ilustradoras que exponían su trabajo realizado en litografía. Nos quedamos con una especie de mariposa-avión que tenía la leyenda “BON VOYAGE”. No fue lo único interesante que vimos, el grupo Raiiz grafika vendía un fanzine sobre los stickers del barrio Ricaurte, un poquito de historia gráfica bogotana en los que la burla y la identidad nos recuerdan que las calles nos hablan a cada momento. Estar visitando estos lugares tiene su aire de independencia, de rebeldía comercial, sus vestimentas, los jeans rotos, medias en malla, esqueletos estampados con algún símbolo o mensaje alterno, sus cabellos pintados por capas demostrando una feminidad transgresora y suelta. La feria era una rebeldía heredada del punk que encuentra en la ilustración un espacio temporal y físico efectivo para transmitir.

Lo anterior se reflejaba al extremo en uno de los ilustradores del tercer espacio que con su estética estilo Pussy Riot versión masculina: vestido completamente de negro, converse viejas y rotas; y con un pasamontañas que estaba bordeado con hilo rosado para formar un rostro que al mismo tiempo se ocultaba, sacaba a la luz sus productos. Era transgresor en su obra, pero también reflejaba pena y timidez; como si en algún momento sintiera que dibujaba algo grotesco, amoral o viciado. Su risa delataba un nerviosismo como el de un contrabandista al creer que puede ser atrapado, enjuiciado y encarcelado. Pero cómo no, si sus figuras influidas por series como “Rick and Morty” o “Hora de aventura” le permitieron dibujar a un calvo ahogándose en un lavamanos como si fuera el lunes de todo trabajador aburrido. Cómo no, si fue capaz de dibujar un fanzine sobre el kamasutra en el que la pareja demostrativa era el diablo y un Jesús crucificado. La genialidad en la transgresión siempre ha sido algo underground. Cuando lo vimos, una pareja se sorprendió por un dibujo que les realizó y dejaron para el recuerdo algunas fotos que subirán a Instagram, así como yo publicaré esta historia y las fotos que tomé.

Cuando salimos, caminamos hacia la Caracas y ahí, la mejor parte fue encontrarse una calle desconocida; fue descubrir una casa antigua, azul, que en su pared mantenía una placa que rezaba “CHICHERIA DEMENTE” ubicada el LA CONCEPCIÓN 69 con 15. ¿Qué pasaba con esa historia oculta, quién la manejaba, quién fundó esa chichería, cuanto de estos lugares ocultos en esta inmensa ciudad se pueden encontrar y de los cuales se puede hablar, narrar o escribir? Igual nos sucedió cuando en la Caracas, caminando hacia la 72, nos encontramos una puerta blanca pintada con letras en rojo, estrellas, perros, pájaros o gatos coronados por un gran ojo negro en la mitad y a sus lados dos hombres con los brazos abiertos.

Cuántas veces recorremos la ciudad buscando espacios significativos sin saber que estos solo se encuentran gracias a la casualidad. Recuerdo los que se han borrado, como el grafitti de un zorro en la 24 con 26. Los recuerdo porque eso suele suceder con la ciudad, que es una constante transformación, en donde todo se acaba más rápido de lo que empieza. Haber visitado “La feria inaugural” me recordó eso, me recordó que la vitalidad de la ciudad está en sus espacios subterráneos, en los lugares atrapados en el tiempo, en ese aroma a antiguo o el olor de la lignina de los libros viejos. No olvidemos que a Bogotá hay que recorrerla, hay que vivirla como se vive el amor por alguien. Porque así como una casa de fanzines, una placa en la pared de una casa, o una puerta escondida en una calle principal; los espacios bogotanos son inconclusos, incondicionales e impredecibles a nuestros ojos.

domingo, 20 de enero de 2019

LA SÁTIRA DE UN CLICHÉ


LA SÁTIRA DE UN CLICHÉ
POR: Carlos J. Gutiérrez.

La parte más penosa que se puede vivir cuando se sube a un SITP es que se pase la tarjeta verde por el panel y la voz sensual le diga de frente a todo el mundo –como aprovechando el papayaso para el bullyng- que tiene fondos insuficientes para pagar. Y luego, en un acto heroico vuelve a pasar la tarjeta  para que la misma voz le diga que realmente no tiene dinero, que no insista. Y muchos suelen soltar palabras o frases como: “perdón”, “aish, no recargué”, “pero si había recargado el pasaje”, “no puede ser, esta vaina no tiene pasajes”. Otros, sabiéndose culpables, se resignan a bajarse del trasporte para buscar el medio de obtener lo que no recargaron.

Y en las mañanas, temprano, cuando el día hasta ahora va a empezar; uno puede confiarse de las personas con chalecos verdes que están proliferando en los paraderos de la ciudad como una nueva forma de trabajo informal para cualquiera que no considera otra oportunidad. Confía porque se sabe que a las cinco de la mañana, cuando lo único abierto son los carritos ambulantes donde los taxista o particulares toman tinto para empezar o terminar su trabajo, ellos son la última esperanza para conseguir un pasaje o la primera opción para no mendigar a los demás pasajeros la ayuda de servirse de otra tarjeta. Uno puede hacer eso, uno puede saber qué se pide o se compra al otro, lo que no puede permitirse es a arriesgarse al bullyng de una máquina que le dice que no tiene ni un peso para el pasaje. Riámonos en compañía.

La verdad es que es una acción que parece adrede. No estoy diciendo que todo incauto no se toma la molestia de revisar su tarjeta o de olvidar recargar, eso a veces suele suceder; Pero en muchos casos, lo que parece inconsciente se muestra como un mecanismo de ahorro efectivo. Lo es por el simple hecho de que buscan que el conductor los deje pasar sin cobrar. Y tal vez, solo sea por eso que olvidan, dejan o no recargan la tarjeta del transporte. Tal comportamiento solo lo he visto efectivo en dos grupos de personas, el primero, en los de tercera edad que apoyados por su lastima suelen permitírseles ingresar sin pagar pasaje como antes se hacía en los buses cebolleros, o sea, por la puerta de atrás; y el otro, demostrando en cierta medida el machismo social en el que vivimos, dejan “colar” a las mujeres que vestidas de una u otra forma muestran un buen cuerpo. Y no digo que comparta eso como válido.

Todo eso representa la forma de un cliché que se apropia al estar subiendo y andando en un SITP donde, cuando no se pide a los mismos pasajeros, se consigue con los chalecos verdes o con los del el mercado ambulante. Subirse o andar por las calles no solo es un recorrido a ciegas, se encuentra uno con estas formas, con estas repeticiones, con esa lastima, esos ruegos, esa buena capacidad de colarse sin ser visto. Y todo esto surgió y lo escribo por la simple anécdota en la que un hombre y una mujer subieron al SITP 496 cerca a la Villavicencio con primera de mayo, el hombre pasó la tarjeta y no pudo ingresar, dejó que una mujer pasara y luego pasó por debajo de la registradora. El conductor le dijo que debían marcar ese pasaje y el hombre lo único que le supo decir es: “que no tengo la tarjeta”. Lo dijo como si tal frase fuera el mejor argumento, el más valido, el más convincente y con el cuál el conductor se llenaría de gracia divina, sonreiría y aceptaría las disculpas no dadas por dejarlo ingresar tan vilmente.

domingo, 6 de enero de 2019

¿CÓMO PUEDE OCURRIR QUE EL CERDO VEA EL CIELO?


¿CÓMO PUEDE OCURRIR QUE EL CERDO VEA EL CIELO?[1]
Por: Carlos J. Gutiérrez.

Los animales siempre han sido la mejor forma de representar nuestras virtudes, contrariedades y defectos. Son seres que en sí mismos parecen explicar mejor nuestra naturaleza al momento de hablar, hacer o pensar las cosas, son elementos poéticos que juzgan indirectamente la realidad en la que vivimos y que por tal motivo siempre han de ser usados. Para todas las cosas nos tildamos de animales, nos volvemos fieras, mansas palomas o perros fieles que simplemente sirven para mirarnos al espejo, no porque nos bajemos al estatus de esos seres sino porque los subimos a la cotidianidad en la que existimos. De todos, el que es más famoso para nosotros hoy en día es el cerdo y no porque los más viejos nos acordemos del puerquito valiente o los más jóvenes de Peppa pig, sino porque –como dijo hace poco matador- desde un meme o una caricatura hasta la expresión cultural de un pueblo que ama los carnavales, el cerdo se convirtió en el símbolo de nuestros males sociales.

Y al parecer nuestra realidad no está lejos de la universalidad humana que nos hace ser parte de este pobre mundo. Cuando nos acercamos a las diferentes mitologías nos damos cuenta que el cerdo simplemente es un ser que se desprecia, un ser que se mantiene al margen pero que nosotros en nuestra lamentable ignorancia lo convertimos en alguien a quien seguir, como si fuera el rector o sumo sacerdote de una misa negra en la cual somos auditorio y sacrifio para algún supremo escondido entre los matorrales. La verdad es que tal vez no existe peor animal que este; el cerdo, para los judíos, es un ser depravado cuya voracidad hace que se trague hasta a sus propias crías, así como un designado líder decide afectar a sus seguidores a partir de leyes o reformas que los afecta al punto de desaparecerlos ¿Hay algo más depravado que eso? Tal vez si, porque tal vez se pueda tomar como se toma para los hindús, un artefacto que sirve para limpiar la basura, así como el fiscal, el senado, el exprocurador y algunos otros han podido utilizarlo para quedar como santos inmaculados a los cuales solo hay que agradecer.

Pero tal vez seamos exagerados, tal vez nos extralimitemos con las formas en las cuales juzgamos a quien los pastusos hace poco le hicieron carrosas, tal vez solo deberíamos de tomarlo como los chinos toman a los cerdos, como alguien tonto, alguien que incapaz de ser coherente comete tantos errores que deja al mismo tiempo limpio a su progenitor político. Alguien tonto que es capaz de mandar saludes a los excolonizadores o decir erróneamente que unos, que en varias ocasiones se mantuvieron al margen y neutro frente a la campaña independista, fueron grandes colaboradores y la realidad es que, según Finol en su texto “Lecciones de historia al presidente Duque”, incluso en algún momento le prestaron ayuda a los realistas para vencer a los independentistas. Tal vez sea un tonto porque en vez de comportarse como un hombre de poder se comporta como un subordinado lleno de miedo.

En sí mismo, el cerdo es una imposibilidad para llegar al poder, es un ser al cual, según el refrán ruso, no se le puede dejar al país (tu propio negocio, tu tierra) porque está interesado directamente en el. Y no lo está para ayudarte, para apoyarte, para hacerte crecer; está interesado para poseerla, para quitártela, para ayudar a otros a pasar bajo el radar y no poder ser juzgados de una forma correcta. Lo anterior implica que al ser una imposibilidad y ser consciente de esto es necesario que deba disfrazarse, igual que un murraham o cerdo como le decían los árabes o los cristianos a los judíos que se convertían al cristianismo falsamente porque en la consciencia permanecían fieles a su fe judía. Y eso es lo que sucede en campaña, el cerdo era un disfraz con el cual convencía a las masas mientras escondía sus intenciones para poder ser elegido, aceptado y empoderado. Detrás de eso hay algo depravado, detrás de eso se esconde alguien ruin. Alguien que conoce muy bien el refrán que dice que si un cerdo tuviera alas podría volar, mas no implica que lo vaya a hacer.

¿Cómo puede ocurrir que el cerdo vea el cielo? Es una imposibilidad que un hombre simple, pequeño, sin aspiraciones mayores llegue a un cargo al cual solo los grandes, imponentes, ególatras (porque si, los malos también llegan a ese cargo) o narcisistas aspiran. Es una imposibilidad que un desconocido con un pensamiento tan ruin se corone y le pongan la cinta de regente. Por desgracia, esa imposibilidad del refrán ruso se volvió una realidad para nosotros no solo porque vio el cielo sino porque lo alcanzó. Se volvió una realidad porque tal vez es el artefacto con el cual limpia la basura su progenitor, porque tal vez gustamos de creer a todo aquel que es un murraham, porque tal vez, y solo tal vez, también somos igual de ruines.



[1] Refrán ruso.

miércoles, 2 de enero de 2019

UN DÍA AZUL CALUROSO EN BOGOTÁ


UN DÍA AZUL CALUROSO EN BOGOTÁ
Por: Carlos J. Gutiérrez

La ventaja de los 25 de diciembre es que la ciudad parece desocupada. En la mañana, las nueve es la madrugada de cualquier día, es el momento donde los locales están cerrados pues sus dueños están pasando el guayabo navideño de rigor. Bogotá, el veinticinco, es más un pueblo de pocos habitantes y de muchos muertos trasnochados. Lo que no cambia, así sea veinticinco, 1 de enero o semana santa es que le gusta, a medio día, tener el clima de Melgar, Flandes o la Dorada; y a esto, se le suma que a las familias les gusta seguir la tradición del asado en la calle, en la terraza o en el patio; se reúnen en torno de dos o tres que se encargan de asar la carne, el pollo, los chorizo y los chunchullos mientras que pasan el calor exorbitante con el frio de una cerveza. Una fría que haga pasar la sensación de estar ahogándose en ese azul caluroso de la ciudad.

Ese es el panorama que uno ve cuando sale un veinticinco, así como lo hice hace poco para dirigirme de la ochenta a la primera de mayo. Cuando tome el 927 desocupado, el sol estaba en su punto más alto, el cielo estaba azul sin que lo cubriera una nube, y la avenida parecía una planicie sahárica por la que cruzaba uno que otro carro una que otra vez. Se podía caminar por ella sin el peligro de morir atropellado así se quisiera. La calle estrecha que nos lleva a la calle 68 también era un corredor donde solo mi transporte pasaba y al llegar a Vivero, el centro comercial, solo estaba siendo recorrido por alguna que otra alma con batería baja que salió a hacer alguna compra atrasada.

Al tomar la Mutis, esta se transitaba sin necesidad de adelantar al despistado para evitar algo del trancón y tomar rápido la Cali. No, no era necesario eso, se recorría con tranquilidad, como sabiendo que la calle es únicamente de uno, se tomaba la 26 sin ninguna preocupación y seguía así hasta el aeropuerto donde más de un taxi esperaba la salida de pasajeros y turistas que llegan a visitar lo bello de esta ciudad. De ahí la complejidad siguiente era la cien en Fontibón. Pero no esta vez, esta vez era una vía ocupada en las aceras por unos pocos niños con sus juguetes, bicicletas y ropas nuevas. Los asaderos, pollerías y restaurantes se nutren de trasnochados que evadiendo la necesidad de hacer almuerzo ingresan en estos locales para recargarse lo mejor que pueden. Los locales de ropa o de chucherías, que suelen volver un caos la estrechez de la carrera desde la 22 hasta la 17, se encontraban cerrados en su mayoría y los pocos que estaban abiertos se encontraban con un cliente o solo con los empleados que son mortificados por un jefe que los pone a trabajar más de lo útil en un día innecesario.

Y esas calles traen un recuerdo lejano del caos y sensación de fastidio, de abandono de individualidad y espacio personal a cambio de un afán, de una evasión constante de vendedores ambulantes, de locales tetiados de gente hasta tomar la 13 para ver el puente de la Cali que en épocas de trabajo está congestionado entre el polvo, el humo, los carros, los camiones, las mulas, las bicicletas, el olor putrefacto del caño y la carne del matadero. Pero todo eso, en este día caluroso de cielo azul no está, simplemente es un día caluroso y azul por donde el SITP transita libre, solo bajo el yugo de los semáforos que se aceleran a medida que el bus se acelera. La entrada a Valladolid no es un caos por sus calles destapadas, la biblioteca del Tintal está cerrada y su paradero desocupado, el centro comercial poco habitado y la ciclas que por la ciclorruta formaban el trancón más estúpido y estresante se encontraban guardadas en las casas de los empleados que pasan su navidad enguayabados.

Al pasar a Patio Bonito no hay colados, el Transmilenio y sus estaciones no están tetiadas, las puertas no están abiertas y la gente no está acosada por llegar a sus casa. El azul caluroso de Bogotá en un veinticinco no es un estrés constante sino una sensación de cambio y renovación, un mar de asfalto tranquilo que no obedece a su destrucción, la 86 vive lo mismo que la cien en Fontibón, unas aceras poco habitadas. Y luego de ese recorrido, se llega a una casa que, silenciosa, no es más que el resultado de una festividad acabada que tuvo su esplendor muchas horas atrás y que ahora; en sus ollas, su loza sucia, sus botellas vacías, los papeles rotos y árbol apagado no es más que un nuevo recuerdo en la memoria de unos pocos.