UNA
CLASE (O DE CÓMO SE MUESTRAN LAS COSAS)[1]
Por:
Carlos J. Gutiérrez.
Las expectativas con las
que se ingresa a una nueva clase o a un nuevo programa siempre o casi siempre
tienden a parecerse al primer día de colegio. Las sorpresas o lo que imaginamos
sobre esa primera clase tienden a ser una serie de posibilidades que fácilmente
se convierten en un contexto, una pregunta y varias opciones respuesta. El
resultado será ese A, B, C o D en el cual se predijeron multitudes de
actitudes, mecanismos o sistemas de enseñanza que nosotros mismos, como
docentes, aplicamos alguna vez en un salón de clase. Pero la pregunta es, ¿cómo
es posible que esas opciones no contengan el suceso real de lo que pasó? La
sorpresa de lo inesperado puede en algunos momentos ganarle a la subjetividad
de lo que conocemos como clase.
Imagínese usted que se
llegue al salón de clase, que nos esparzamos por el salón, temerosos de
entablar una relación cercana con los demás y que después de un tiempo de
solución de dudas o inquietudes llegue el profesor que en algunos casos es más
joven que nosotros y con la confianza de un amigo nos salude sintiendo la
gratificación de ver a un grupo de personas lo suficientemente listos para recibir
una clase. Hasta ahí, normal, ¿cierto? Pero esto cambia cuando ahora recuerdo
que, adelantándome, al final nos dijo que si nos dábamos cuenta de todo lo que
habíamos sacado de información a partir de un solo video de dos minutos. La
verdad es que sí, con dos minutos de información todos podemos llegar a sacar
ideas, inferir relaciones o determinar conclusiones que mediadas entre lo que
vimos y nuestras creencias construyen la realidad que desde una clase podemos
llegar a construir.
Imagínese que desde el
primer momento la organización de la clase va desde el conocimiento del
estudiante no por su nombre sino por lo que dice o hace. De cada uno de
nosotros salía una idea que poco a poco dibujaba un esquema en el tablero como
si a partir de palabras claves se construyera un texto con sentido y una
dirección concreta. Había un objetivo, si, uno muy grande, solo que se
encontraba interno, era inherente. Ahora, ¿Cuántas veces construimos nosotros
una clase a partir de los aportes que los estudiantes puedan manejar? Pensamos
directamente que el tema, y su competencia son de total desconocimiento de los
estudiantes. La verdad es otra, los estudiantes pueden llevar varios años
utilizando las mismas 23 letras del alfabeto o los diez números que conforman
el otro infinito número de números. Imagine que un profesor con un video de dos
minutos nos diga esto sin decírnoslo, hacernos caer en cuenta que en la clase
el estudiante si puede decir algo y si puede construir algo y no hablamos aquí
de aprendizaje significativo o de constructivismo, simplemente hablamos de que
la voz del estudiante es muy válida dentro de una simple clase sin importar la
escuela, metodología o forma pedagógica que se quiera aplicar.
La clase se construye con
las tres principales partes que la componen, eso lo sabemos, lo que olvidamos
es que esas tres partes no cumplen unos roles concretos, fijos y exactos; más
bien, son como la plastilina, que se moldea sola a partir de unas
circunstancias dadas. Puede que de lo anterior se hayan escrito un montón de
ideas, puede que muchos profesores lo apliquen o lo consideren inoportuno para
el pleno desarrollo de un objetivo a cumplir. Pero lo que diferencia a esa
primara clase sobre el currículo, de las demás sobre el mismo tema, es que no
tuvieron que decírnoslo, sino que de una manera práctica lo descubrimos haciéndolo.
Alguna vez un youtuber llamado “Alvinsh” dijo que las cosas que mejor impactan
no lo hacen porque lo digan de manera evidente sino que lo muestran de manera
simbólica. Así es como sucedió en esta clase, así es como descubrimos que el
significado de currículo no es lo que debemos empezar a leer, más bien, lo
primero que debemos responder es por qué es tan importante un currículo. Tenaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario