ENTRE
LA PLÁTICA Y LA ACCIÓN
Por:
Carlos Gutiérrez.
La visión entre la
caracas y la décima varia en la sexta sin generar un mayor contraste, pues, abajo
la caracas se encuentra los locales de autopartes en las cual se encuentran
tanto partes nuevas como usadas, las usadas, la mayoría de ellas, son aquellas
que fueron robadas en las calles. Una vez escuche: “si a usted le roban un
retrovisor, una llanta o el mismo carro, vaya a la sexta, allá lo va a
encontrar, el problema es que se lo van a vender”. Por ese lado entonces nos
sorprendemos de tener que comprar algo que era nuestro, pero no importa, eso
incluso es un problema pequeño, hasta las ciudades del primer mundo al parecer
tienen el mismo problema del robo de autos.
Lo interesante aquí es
ese semi-rectángulo, esa parte que después de pasar la caracas se ve en los límites
que sus cuadras están cerradas por vayas de la policía, esa parte donde hace
poco el alcalde promovió el mismo evento que promovió en el Bronx. Ahora, fue
sorprendente el proyecto de tomarse un barrio que no tenía más que la ley de
los bajos fondos, la ley donde la policía no mandaba o mandaba bajo cuerda
subvencionada por esos mismos a los que hace poco expulso. La mirada es triste,
los policías simplemente vigilan que las vayas no se muevan, la gente camina
cabis-baja y en los límites, los indigentes y drogadictos esperan el momento
para poder ingresar por algún lado al lugar que antes habitaban. Ahora, ¿esa fue
la gran solución que promovió el señor alcalde?
Después de la glorieta de
la sexta con décima, donde los buses y sipts dan un giro, andan horizontalmente
la avenida de los comuneros para volver a retomarla verticalmente para recorrer
la zona límite de las cruces, el panorama no cambia, empeora. Atrás de la estación
de transmilenio siempre se encuentra la vista de una cantidad variable de
indigente que pasean la calle en busca de droga, hombres y mujeres en la
carrera novena se intercambia dinero por droga, dosis mínimas que los mantienen
pasivos y les permiten ignorar a los transeúnte que no caminan temerosos pero
tampoco muy confiados. (Uno de los días que pasaba, un hombre no mayor a los
veinticinco años con un cuchillo raspaba ladrillo, tal vez para hacer bazuco,
uno le servía de campanero, se azoraba a medida que alguien se acercaba, sea
joven o sea viejo, su actuar lo delataba).
¿Qué hacer con esos
grupos delincuenciales? ¿Qué hacer con esos indigentes que arrastrados en algún
momento de su vida a probar algún estupefaciente terminaron confinados a ser un
grupo que se desprecia y al que se le teme? ¿Qué hacer para no dejarlos en la
calle, para que no terminen en los barrios cercanos al barrio del cual fueron
expulsados? La idea de arreglar el Bronx y el san Bernardo no fue una idea
loca. Si se le criticó a Petro el hecho de que no hizo nada en su gobierno por
la recuperación de estos espacios, también se le debe criticar a Peñalosa el
hecho de expulsarlos pero dejarlos en la mayoría de los casos a su suerte. Si los
medios después de la operación en el Bronx señalaban los lugares de Bogotá que podían
reemplazarlo, ¿da esto la idea que desde la alcaldía no se pensó en tal
variable? Las decisiones directas no funcionan si no se toman todas las
variables de la ecuación, el resultado debe favorecer la acción, no prestarse
para convertirse en la espada de Damocles.
Ahora, esto no es solo
de la alcaldía, esto no es solo de importancia para la policía y para la organización
distrital, esto es un problema de todos. Pareciera que quisiéramos ser
bogotanos sin involucrarnos con la ciudad. En estos tiempos en donde la
cantidad de carros, motos, buses, SITP y
transmilenios no dan abasto para la cantidad de población que se moviliza
diariamente, donde se genera un trancón por el simple hecho de que una calle
amplia en un tramo se va reduciendo y tiene que aguantar el flujo de dos vías que
se unifican, en estos tiempo donde la intolerancia, según los medios, prima y
nos golpeamos, insultamos y nos matamos por nada y por todo. En estos tiempos,
es hora de obtener una mirada de actuación, dejar de señalar a las zonas de
tolerancia y trabajar por ellas, es hora de que todos nos preguntemos ¿Qué podemos
hacer por Bogotá?
Inciso: En la cuarta el
bus gira a la izquierda para llegar a la diecinueve, un potrero a la derecha y
edificios a la izquierda, el archivo distrital, el colegio salesiano león XIII
y las casas coloniales, una vista rápida del museo militar, los hombre y las
mujeres bien arreglados salen de sus lugares de trabajo. La biblioteca Luis Ángel
Arango y la Casa de la moneda terminan de embellecer la vista. Para ese momento
el “miedo” que no se debía sentir, el pesar de ver a los que no deberían estar
así ha desaparecido, se ha olvidado. La memoria tiene siempre la capacidad de
eliminar de nosotros a aquellos que no nos importa.
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