CUANDO
LA FORMULA DEPURADA DEJA DE TENER INTERÉS
Por:
Carlos Gutiérrez.
Por lo general, mi
ingreso a conocer la literatura apareció por el interés en temas específicos y
etapas concretas. Empecé por esa afición de leer temas existencialistas que me
llevaron a Camus, Sartre, Dostoievski o “El Túnel” de Sábato. Así fue siempre.
De esto, me surge una vez que otra el interés por un concepto literario que se
valida y a la vez se niega, las dos caras de la crítica, un juego de lanzar la
moneda. Hace poco la revista Arcadia hablaba sobre la publicación de la novela
“Pureza” de Jonathan Franzen y de ahí llegue al concepto de (que había
preferido ignorar para ser sincero) “Gran Novela Americana”.
La primera vez que
había visto tal concepto fue en una de las historietas que publica el
caricaturista Grant Snider en su blog. Aunque yo conocí el nombre del tal
dibujante gracias a Facebook. Este, la señala entre las muchas caras de la
novel, la dibujo con la bandera de USA como portada de un libro y con tres
telas como si fuera una gran presentación para una gran cantidad de público a
la expectativa, estaba además entre la novela herética y la novela experimental
(¿será que tal concepto tendrá algo de herético y de experimental?), cerca de
ella también estaba la “Gran novel rusa”, aunque en este la crítica parece
confiada de que Dostoievski y Tolstoi son insuperables en la lengua Eslava. En
fin, me surgió no solo el interés por el autor, sino interés por el concepto,
incluso fue mucho más por este. El concepto lo generó De Forrest a partir de un
ensayo, de ahí en adelante, los nombre Hawthorne, Melville, Twain para el siglo
XIX y Fitzgerald, Faulkner, Hemingway y Steinbeck fueron figuras constantes en
el siglo XX, a todos se les considero como “El Gran novelista americano”,
aunque esto trajo más problemas al asunto, en el mismo texto sobre Franzen
también se señalaba que todo lo referente a La Gran Novela Americana estaba
dada en razón al hombre blanco. Nada de mujeres (En realidad solo una) ni
autores de minorías. En conclusión, la novela americana al parecer como diría
Roth, era otro invento Europeo, y este invento implicaba otro estilo para dar
forma a la segregación y desigualdad.
La búsqueda sobre el
autor genero más información bipolar que se puede colocar en consideración.
Supe, que el escritor era amigo íntimo (al parecer) de uno de los últimos
postmodernistas norteamericanos el señor David Foster Wallace. Sus primeras dos
novelas, obtuvieron el favor de la crítica debido a esa misma corriente en la
que “aun” se encontraba inmersa la literatura norteamericana pero por
desgracia, para el escritor (también al parecer) no tuvo el favor del público
que él esperaba. Esto era algo obvio en cierta forma, pues, las grandes obras
del postmodernismos surgirían en los sesenta, “Los reconocimientos” de Gaddis,
“El plantador de tabaco” de Barth, “V” de Pynchon, entre otras. Quiere decir
que para los noventas, la novela metaficcional, autorreferencial y destructiva
de los estereotipos norteamericanos ya había tocado su fin. Digo lo anterior
ignorando la popularidad de “La broma infinita” y de Palahniuk con obras como
“El club de la pelea” y “Diario”.
De ahí que se replanteo
la idea de la escritura de una novela, ¿Cuál era la intención de crear hoy un
texto de tal magnitud? ¿Qué elementos utilizar y cuales ignorar para estar de
parte del público? Tales preguntas se las respondería en el ensayo “Tal vez
soñar” en el cual, según Lago, quien escribiría un reportaje para el diario El
País, Franzen proponía que “la única manera de avanzar era retroceder” así que,
la única forma que él veía para emparentar a la crítica y al público era volver
al realismo decimonónico que dio fruto a muchas de las mejores obras de la
literatura universal. Recurriría en palabras de Lago a la forma de Tolstoi
(Gran novela rusa) o Dickens (Gran novela inglesa o ¿en lengua inglesa?).
La idea le dio frutos
cuando hacia finales de los noventa e inicios del siglo XXI publicó su obra
“Las correcciones” la cual, siguiendo al blog “Un libro al día” desplegó con
maestría la historia de una familia (un concepto muy norteamericano) y contó
sus vicisitudes, sus altibajos, los describió a cada uno desde su propia
perspectiva. La novela le dio para ganarse uno de los premios más importante
entre la novelística norteamericana y para vender millones de copias de su
obra, sin caer, como el mismo dice en crear obras de un pasatiempo más. La
publicación de su cuarta novela “Libertad”
y el retorno al realismo lo agrego o lo convirtió en una figura de pura
sangre de la gran novela norteamericana, la revista Times lo coloco de portada
convirtiéndolo en una leyenda. Eso fue hasta el 2011, de ahí en adelante
empezaría a decaer el asunto y dudarse su magnificencia. La fórmula la
hiperbolizaron al punto de volverla algo inservible.
¿Por qué? Parece que la
explicación es sencilla. La cuestión estriba en que para autores como Lago o
Vázquez, en El País, la novela lo perfecciono en su forma, para Guelbenzu
también del diario El País, “Libertad es una recreación de los conflictos que
conforman la vida contemporánea”. Estas opiniones contrastan con lo dicho en el
blog “Un libro al día” (De hecho, fue divertido leer la reseña) donde se
realizó la reseña sobre la novela que publico Franzen once años después de “las
correcciones”. El autor busca la forma de hablar sobre el libro pero no la
encuentra, el texto, (“lo que sea que sea esto” señala el autor) lo dividió en
tres partes: meterse con Franzen”, “tradición narrativa reivindicada por
Franzen” y “Libertad”, expresa su
confusión sobre la idea central de la obras, critica el esnobismo del autor a
partir de frases que el mismo construye, es como si la figura del escritor se
hubiera auto-publicitado para poder darle paso a un venta sospechosa de sus
novelas. Por ejemplo, una de las frase que señala el autor de la reseña es que
Franzen comenta que “la literatura no goza de tan buena salud como para
permitirse novelas difíciles o lejanas a la gente”, es lo mismo que ya se había
hablado antes de la publicación de “Las correcciones” y apuntar esta frase lo
lleva a la segunda parte, lo que quiere recuperar Franzen.
La reivindicación del
canon decimonónico traído al siglo XXI genera por obvias razones una fórmula
novedosa que se acaba pronto, como si su mecha fuera corta. Es necesario
reconocer que la crítica literaria señala que toda obra es producto de su
tiempo, y en un tiempo donde los grandes discursos han cesado era indiscutible
que la creación de una obra de tal magnitud fuera alabada a la vez que permeada
de crítica sobre el hecho que su construcción no tiene realmente una intención
de acercarse al público ¿la lectura de obras de más de 600 páginas realmente
alentara a la publicación de tal tipo de obras? Franzen con su forma de
escribir, con su retorno a lo conservador y convencional creo la quintaescencia
de lo que hoy en día es el arte: una cuestión basada en la imagen inmediata,
cuyo significado se muere muy rápido para dar paso a otro.
Su fórmula depurada con
la publicación de “pureza” da muestra de algo que deja de tener interés, el
realismo decimonónico no duro esta vez cuatro décadas si no algunos pocos años,
si para los críticos “las correcciones” fue el resultado de su experimento y
“libertad” el perfeccionamiento de tal ejercicio, “pureza” pierde ya toda
capacidad innovadora y se vuelve algo monótono y repetitivo. Parece, que
cerrando de forma circular este texto, Grant Sneider no se equivocó al colocar
en medio de la novela herética y de la novela experimental a la Gran Novela
Norteamericana. No se equivocó porque desde el canon, los críticos, los medios
y el público es hereje hablar que un solo texto puede acumular el espíritu de
una nación, es herético que se considere todavía a un autor blanco el único
capaz de hablar sobre una nación en la que las minorías ya tienen su voz y sus
discursos son igual de válidos, y es experimental en la medida que todos los
autores buscan por los diferentes medios estilísticos, formales o históricos
crear formas, traerlas de nuevo a colación para hacer de su obra, una obra que
sea recordada.
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