sábado, 5 de julio de 2014

ERA NECESARIO QUE MURIERA, Por Carlos Gutierrez

El siguiente artículo fue escrito el día despues de la muerte de Gabriel Garcia Marquez

ERA NECESARIO QUE MURIERA.

            El festín mediático que pudieron darse la televisión, la radio y el internet a raíz de la muerte de Gabriel García Márquez (1927 – 2014) produce en mí una sensación de alivio cuando me remito a una frase que dije no hace mucho. Era necesario que muriera García Márquez. No solo por el simple hecho de que los medio ansiosos y lascivos pudieran realizar la crónica de su muerte anunciada, sino, por una causa más grandiosa, más importante y menos amarillista.
            La muerte del patriarca implica un carnaval para los medios en los próximos nueve días, desde el luto de tres días que se le decretó a la nación por la muerte de esa mama grande que fue él para nosotros, iniciamos lo que va a ser una larga semana del espectáculo más grande que jamás se ha vivido en mucho tiempo. Entrevistas, resúmenes, reseñas, fotografías, videos y la constante frase “el más grande de los colombianos” rodara por nuestras cabezas hasta quedarse imprimido en lo mas hondo de nuestro corazón. El funeral de esta mama grande no tendrá comparación –Los medios indagaran sobre si viene o no el Pápa-.
            Lejos de todo esto, en la orilla mas inmunda de nuestra nación, donde no tenemos que ir a Aracataca y conocer su historia, donde no tenemos que recorrer 50 años de aventura macondiana, estamos aquellos que sonreímos en silencio sobre el suceso. No lo hacemos por odio, no lo hacemos por fastidio –el fastidio es hacia los medios-, no, de ninguna manera lo podríamos hacer, al fin de cuentas Márquez dio una obra inmensa al mundo. La muerte en el tarot siempre significa el final de un ciclo y el comienzo de otro. Y este sí que va a ser el fin de un ciclo que parecía la eternidad de ese otoño escrito por el mismo.
            Hay que empezar de nuevo. Gabriel García Márquez era necesario que muriera para que naciera en Latinoamérica otro tipo de literatura –para que fuera conocida por muchos más a parte de los académicos-, para que la edípica frase “hay que matar al padre” empezara su trabajo, puesto que la grandeza de él en vida no podía ser superada hasta tal punto de que los textos escolares determinaran el final de la historia de la literatura Colombiana en la macondiana Cien años de soledad. La muerte física de su escritor es el primer paso que se debía dar, ahora bien, los medios colaboradores en armar espectáculos ayudaron en la tarea. Convirtieron la solemne muerte del Nobel en la fiesta de un día. Muchos años después de todo esto Santos podrá decir “En mi mandato murió Gabo”, y se sentirá orgulloso de eso.
            Desde lo más profundo del corazón literario colombiano la sonrisa se destapa con un gran pensamiento: Si nos hemos quedado huérfanos, entonces ¿Qué vamos a hacer para dar un paso más adelante? ¿Qué hacer para espantar a las mariposa amarillas? Bastante ladrilludas estas preguntas, pero, más que quedarse en la pregunta, es necesario centrarse en las opciones, es hora de que rebose la creatividad, es hora de abrir una zanja y construir un camino, es hora de hacer historia, una historia que muestre la cara real de una Latinoamérica interpretada a los ojos del extranjero a partir de lo inverosímil que funciona.

            La grandeza de Colombia y de Latinoamérica no debe de venir de un solo autor, de un solo hombre, del duelo por el padre perdido; la grandeza de esta tierra debe venir de comenzar no desde el principio sino desde donde nos quedamos, Gabriel García Márquez es el escritor que necesitábamos para una época, pero esa época ya murió y es hora de que nazca otra, de que las plumas se levantes y griten la nueva era, la nueva forma de vernos y evaluarnos. No somos solo indios, no somos español ni africanos, no somos macondianos, somos Colombia, Latinoamérica, somos todo un mundo renovado donde las estirpe de cien años ya no deben ser condenadas, donde los patriarcas y las mamas grandes ya no deben ser alzadas a las alturas y colocados en las estrellas, ya no somos ese pueblo donde no hay ladrones, ya no somos Gabo, y debemos recordar que él no es el libro, sino solamente un capítulo.

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