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EL ARTE DE LA GUERRA
POR: Carlos Gutiérrez
La guerra es el espectáculo
más maravilloso que haya dado el ser humano para crear su historia. No basta
ser un sabio para conocer de primera mano que a las potestades no les interesa
en lo más mínimo terminar una guerra. Esta, da utilidades que no da ninguna
otra empresa, es un control de natalidad como dirían otros, es un bien innato
en el hombre el provocar el mal al prójimo. Es el valor anticristiano por
naturaleza que posee el hombre. Y no se necesita ser cristiano, ni creyente
para decir estas palabras. La guerra, constituye siempre un medio para que el
hombre llegue a su fin.
La dinámica mundial
como diría alguna vez Grass, está basada en la guerra. Toda nuestra historia ha
sido contada a partir de quien gano que batalla. Basta con decir que, es más
importante el día de la independencia que el día internacional de la paz –y eso
ya es mucho decir-. Todo en nuestra vida está basado en esa dinámica, en esa
lucha entre el hielo y el fuego que provoca males en algunos y bondades en
otros. Se de ante mano, que hay muchos que no consideran al círculo como una
forma de explicar la historia, pero cada vez que me remito a esta, me doy
cuenta que todo gira en torno a cometer los mismos errores en las mismas
batallas.
Y, quienes digan que
tal cuestión solo favorece a los que producen armas o propagandas políticas,
caen en un error. La guerra le sirve a todo el mundo: al periodista, al
columnista, al escritor, al comerciante, al empleado, al hombre a la mujer,
incluso, le sirve al pacifista. Todos somos como la madre coraje de Brecht que
alimentamos a nuestros hijos o a nuestra imaginación para obtener algo de
dinero con el cual poder vivir. Tan bajo hemos llegado que no nos damos cuenta
de tal cuestión.
Los que escribimos, participamos
y nos alegramos de esa dinámica. Ya seamos anónimos o reconocidos, la guerra
nos proporciona material para nuestra creatividad. Es la chispa que prende esa
marea de pensamientos con los cual se crean obras. Si no es cierto, miremos el
canon de la literatura universal y evaluemos cuantas de ellas no han sido
escritas a partir de acontecimientos bélicos. Con el solo ejemplo de la Ilíada,
damos cuenta de que nuestra vida literaria comenzó, cuando comenzó la enemistad
entre pueblos.
Los escritores por más
que escribamos textos antibelicista, nos nutrimos de la batalla, del ruido del
fusil, del estruendo de la granada, del amarillismo al ver un muerto o leer una
noticia. Todas estas cosas son nuestra inspiración, nos fascina saber que esa dinámica
no ha cambiado y no cambiara. Los escritores preferimos la guerra a la paz
puesto que la segunda es un planeta extraño donde dejamos de existir como
testigos de la historia. Todos, como testigos o como “madres corajes” crecimos
con la idea de que la guerra es un bien que produce beneficios y perdidas. En
lo que debemos luchar es, en que parte queremos estar, en la de los beneficiados
o en la de los afectados.
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