miércoles, 11 de septiembre de 2013

COMPATRIOTAS

COMPATRIOTAS
El viejo refrán que dicta una ironía sagrada e innata al ser humano vuelve a mostrarse con la crueldad profana que siempre suele utilizar. Pero, esta vez, no fue a terceros a los que toco, no, por el contrario, el refrán tiene una primera persona con sujeto propio: nosotros, los colombianos, los sedientos de deseo que jamás se han cumplido.
No hay necesidad de pensar mucho el porqué de los problemas de los limites con Nicaragua hacen valido para nosotros el bello refrán que dice amargamente que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. El fallo de La Haya a favor de Nicaragua se convirtió en la piedra en el zapato de los patriotas y nos llevó a más de uno a recordar las épocas de antaño cuando poco a poco se fue desmembrando el sueño inconcluso del libertador. ¿Es una falla del pueblo? –me pregunto.
¿Nuestra amnesia ha llegado a tal punto que ya la tierra tricolor está empezando a sufrir un nuevo desmembramiento? ¿Vamos a ver el surgimiento de una nueva nación descontenta? Que mis palabras no suenen proféticas por favor. Lo que sucede con Nicaragua no es un capricho del destino y la fortuna que decidieron jugarnos una mala pasada. Sucede, porque siempre pensamos que “solo existo yo” y los demás parecen quedar hundidos en el limbo de la angustia a la espera de un rescate –y el rescate no viene jamás de nosotros.
Que un tercero nos quite o colabore en la perdida de algo nuestro no es una novedad; recordemos Apure, Popayán (durante el siglo XIX, aclaro) o Panamá con la “bien-intencionada” intervención Americana; más bien, es un patrón que se repite debido a la ineficacia que tenemos de no reconocer al otro como compatriotas, esa exclusión (tan innata en los colombianos), es la que impide reconocernos como familia, como aquella vestida por una sola bandera, es la que estimula el constante desmembramiento moral y territorial -¿más de un territorio o pueblo no se ha sentido abandonado?
La lucha del presidente por retornar a manos colombianas lo que La Haya había puesto en manos nicaragüenses es traer a nuestra memoria olvidadiza el recuerdo de lo poco que hemos construido; al mismo tiempo que, su negativa es ese llorar en vano por la leche derramada, donde hay que perder primero para abrir los ojos, y que hace que la formula maturaniana alcance su máximo apogeo: mientras ganamos desconfianza, perdemos territorios.

Por: Carlos Gutiérrez

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