martes, 7 de enero de 2020

UN PÍCNIC POR BOGOTÁ


UN PÍCNIC POR BOGOTÁ
Por: Carlos J. Gutiérrez

En las redes sociales como Facebook o Instagram, el 31 de diciembre, mientras esperaba que fuera la dichosa medianoche, vi durante todo el día la lluvia de memes que podía titularse como se tituló uno de ellos específicamente: “hoy no es cualquier 31 de diciembre”. Lo decían porque, en efecto, era el fin del periodo administrativo del alcalde Enrique Peñalosa. Criticado, hostigado, vapuleado, desmentido e incluso, como el mismo lo diría en una entrevista “agredido”. Tal vez lo que se dijo sobre él era verdad o tal vez no, no lo sé, no soy el verdugo de su cabeza ni espero ser el de ninguna. Igual, no faltaron las risas, las asociaciones al monorriel de los Simpson o el juego con las frases famosas que le gustaba decir sin saber que eran lo más absurdo e incoherente que se le haya podido escuchar -porque aquí, varios políticos, tienen como hobbie dar papaya con lo que dicen-. En fin, ya se fue, dejó una ciudad con unos índices que solo serán utilizables para aquellos que toman un punto de vista a favor o en contra del ahora exalcalde.

Detrás de la salida de Peñalosa, me quedó una pregunta a responder ¿qué es Bogotá? Una serie de respuestas se me vienen a la cabeza: una ciudad atrasada que recibe cuanto desplazado interno y externo le toca; un pueblo arrogante, crecido, ignorante o anquilosado; una urbe con la necesidad de hacer cambios demasiado significativos para realmente merecer ser denominada con esa etiqueta, o un “pueblito viejo” que ya es hora de que abandone esa añoranza que disfraza románticamente el atraso. Bogotá para sus dirigentes es la ciudad que quieren pintar a su imagen y semejanza pero que en el fondo solo es una imagen refractada, deformada, llena de huecos, imposible, amañada o acorralada por quienes la quieren estafar. Definir a Bogotá es en muchos casos definir la historia de Colombia con todos sus atropellos.

Pero, a pesar de que escribiendo este artículo me surge esa pregunta tan inmensa, no es lo que se vino a responder, no, yo no podría hacerlo porque simplemente soy alguien que expresa una opinión que no necesariamente es acertada y mucho menos es escuchada. La verdadera pregunta que quisiera responder aquí es mas cercana a nuestro ahora, a nuestro tiempo, menos etérea en su esencia; esta pregunta es válida porque no solo es una opinión sino una esperanza. ¿Qué posibilidad tiene Claudia López como nueva alcaldesa de, no solo mejorar la ciudad y llevarla un paso más delante de lo que está, sino también de cambiar la mirada que se tiene de los dirigentes? Por lo menos en Bogotá es de lo que más pendientes debemos estar y de lo que más estarán algunas facciones políticas que se consideraron perdedoras en las pasadas elecciones, ya Petro nos lo demostró con un trino en el que lamenta la ratificación del gerente del aun inexistente metro de Bogotá, le madrugó a la postura crítica o criticona hacia la nueva alcaldesa. Tal vez todos lo debamos hacer, pero no solo viendo las cosas malas que los medios nos digan sin que nosotros sepamos porqué son malas, sino las buenas, sobre todo las que son dichas directamente de los medios de la alcaldía o por lo menos buscando las fuentes más fidedignas.

El primero de enero, la posesión de la alcaldesa fue la evidencia de una definición de lo que es Bogotá, pues, su posesión es la demostración de una ciudad que gusta por votar por la alternativa. Aprovechando un festivo, se formó una caravana en bicicleta que viajó hasta el parque Simón Bolívar donde tomó posesión de su cargo y ratificó, ante los que la acompañaron, que llegó al poder “la ciudadanía”. Fue un mensaje directo sobre la intención de hacer un gobierno diferente; lo mismo sucedió con el nombramiento de las secretarías, que a los ojos de los medios y de la misma alcaldesa representan un conjunto de expertos en la materia que servirán para la mejora de la calidad de vida de la ciudad. En palabras, todo es bonito y siempre debemos recordarlo, ahora falta mirar si en los hechos los cambios que se prometen si se logran aplicar. Igual, no hay que negar que haber hecho un pícnic por Bogotá en su posesión fue un toque sorpresivo y que gustó.

Claudia López, como senadora, siempre fue una pieza fundamental del liderazgo contra los malos manejos, la corrupción, pero, sobre todo, de las decisiones que afectan a la población. Se mostró transparente en su modo de actuar y jugó un papel importante en ponerle la cara a partidos como el Centro democrático que en la mayoría de los casos parecía un grupo del lado oscuro que no ve en sus propuestas los efectos negativos para la mayoría de la población. Pero, Claudia López también caía en el juego de la polarización, en el grito de guerra contra “el malo” sin saber si se era completamente bueno con el grito de guerra que se estaba pronunciando. Eso, no solo es un defecto sino puede ser una piedra en el zapato para su administración, porque lo que se debe entender es que a veces es más fácil fiscalizar que dirigir, pues en el fiscalizar, las palabras se vuelven humo que esconden la realidad. Así que, una de las desventajas que se espera que no se vuelvan en su contra es esa voz polarizante que no siempre la pueda llevar a tomar buenas decisiones.

Por el momento, se puede ver que no empezó de esta manera, antes bien, arrancó con la coherencia que la caracteriza en la mayoría de los casos; pues se alegró que se haya propuesto a Galán, su antiguo contendor para la alcaldía, como el presidente del consejo de Bogotá. Eso alegra, no solo porque muestra una intención de diálogo con todos los partidos sino porque como ella misma dice, se trata de demostrar que la oposición también tiene una voz igual de fuerte en el consejo y que desde su mirada puede contribuir con el cambio. Su transparencia frente a la ciudadanía también desde el inicio se mantiene, hizo pública su declaración de renta y solicitó a sus secretarios que hicieran lo mismo, todo esto con el fin de demostrar que, arrancando con todas las cartas sobre la mesa, sin esconder ninguna, significa que lo que se quiere hacer se hace de la misma manera, sin nada oculto. También es plausible que asistiera a una reunión en Soacha movilizándose en Transmilenio, No obstante, esto no debe tratarse de un ejercicio de politiquería o populismo, sino que esperamos que, si se moviliza por este medio, haga una evaluación de cómo funciona el sistema para ver como puede mejorarse, no solo en movilidad sino en competencia ciudadana.

Esos son solo pocos ejemplos de la adecuada función pública de un alcalde, no la alabo por eso, pues las buenas obras también las puede hacer en algunos casos un tirano, pero si quiero llamar la atención a que estas buenas obras se mantengan porque son uno de los peldaños que permiten el mejoramiento de la ciudad. Ahora, también es necesario recordar que uno de los eventos con los cuales los gobernantes tienden a blindarse es con la observación del pasado, del histórico o el administrativo. Sabemos que por obligación se debe mirar el retrovisor para ver cómo quedó la ciudad, qué se ejecutó, que se dejó en papel y qué a medio hacer; pero la mirada hacia atrás no debe ser un elemento constante de crítica para validarse, ni mucho menos la colcha de protección contra los ataques para encontrar culpables donde no los hay y donde solo se tiene como significado el evadir los problemas.
Mirar la administración anterior debe validar lo bueno que se haya hecho y lo que se debe mejorar, pues, la única idea que debe permanecer, no solo en la cabeza de Claudia López, sino en la de las administraciones que le sigan a ella es, que la construcción de las grandes ideas y de las principales transformaciones para Bogotá no viene de una sola cabeza sino que debe construirse como un proyecto de ciudad para que nadie, estando en el poder, tenga la arrogancia de decir “esto se construyó en mí gobierno” sino que más bien diga, esto fue una construcción bogotana.

La responsabilidad de cambiar la mirada que se tiene hacia los políticos, no necesariamente es de ella, por ningún motivo es el chivo expiatorio para demostrar que todos son igual de malos sean lo que sean, al fin de cuentas, es una persona más, alguien que se mueve bajo una idea concreta, un pensamiento concreto y unos intereses particulares. De entrada, debemos entender que el hecho de que ella haya sido elegida alcaldesa, no implica directamente un cambio de 180 grados, no, tal vez, las cosas sigan igual, como lo pensarían los escépticos o los negativos. De tal manera que el deseo de que a Claudia López le vaya bien no es porque sea mujer, sea lesbiana, sea de izquierda o moderada. El deseo viene porque es una gobernante, una a la que una cantidad de bogotanos la consideraron apta para ocupar el cargo que ahora ostenta, una que tiene la responsabilidad civil que deben tener todos los políticos, y es la de hacer las cosas bien, no para unos pocos sino para que, lejos de la polarización, la bravuconada, el servilismo o la tiranía realicen los cambios efectivos y reales que tanto se propugnan en tiempos de elecciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario