EL ANÓMALO BI-CÉFALO
Por: Carlos J.
Gutiérrez.
Se recurre a una sátira
para burlarse de los vicios de la sociedad. Hoy en día no señala a la clase
baja de la misma, la cual con su “poca educada forma de ser” el dramaturgo,
tenía por imitación mostrarla grotesca en las tablas para que esta misma sintiera
vergüenza de su ser. Eso ya no es. Hoy en día, la sátira es mejor al estilo de
Boccacio o al estilo de Aristófanes en la que los personajes son de alta clase
social con lo cual la doble moral queda al descubierto. Los gobiernos se ven
develados. Es por eso que se indignan, se rasgan las vestiduras, se quejan,
lloran y en últimas tratan con violencia física o verbal a aquellos que los
desenmascaran. ¿Qué estará pensando de Matador o de Mheo el señor Uribe al ver
sus caricaturas? la aparición de la noticia sobre la alianza de este con
Pastrana hace que se recuerde “El anómalo bicéfalo” de Fo.
Esto solo produce risa,
esto solo recuerda que estamos en un país donde los chistes van y vienen, pero
no para hacernos reír sino para hacernos llorar. Dos ex presidentes con más
falencias que virtudes. El uno excesivamente popular y el otro excesivamente
casi en el olvido, lo único recordado de él, es la vez que la guerrilla lo dejó
plantado. ¿Qué pasará con esa alianza? ¿No es más que una fachada que utiliza Uribe
para que los colombianos crean que él no es el que elige a su candidato de
preferencia? Imagine la escena como si
Uribe tuviera dos cerebros, uno inteligente, persuasivo, malicioso, conocedor
de una gran cantidad de secretos y llamador de atención, el otro, torpe, poco
proactivo, poco imaginativo, casi en una función parasitaria, que a veces tiene
su pregunta existencial del “¿yo que estoy haciendo aquí?”.
Imagínese al uno
heredero de una gran cantidad de terreno, de palabras fuertes, intransigente,
dueño de una voz pausada que recita poesía en sus tiempo oscuros. Líder de un
grupo de furibundos extremistas que entre su oposición entran en un estado de
posesión donde su rostro se deforma, sus cuerpos se envalentonan y recuerdan
cuando Hitler dabas sus discursos, que hacían pensar que un ángel tomaba
posesión de él para abandonarlo cuando sus palabras cesaban. Imagínense a este
creador de falacias, mentiras e informes tergiversados que tiene en la palma de
su mano cinco dedos que serían fácilmente controlables desde la sombra. Imagínense
al otro, simple, un rey heredero de una dinastía política decadente, sin
ingenio, más bien manco, alejado de su grupo político, dejando atrás el apoyo a
el sumo pontífice del conservadurismo. Imaginémoslos el uno pidiéndole permiso
al otro.
Los dos, cada uno a su
manera son incoherentes, es su forma de hablar, en sus alianzas, cada uno lo
hace por rencor, por que tocó, porque le sale el refrán “El enemigo de mi
enemigo es mi amigo”, por nada más. Así que deciden darse un tiempo, como las
parejas, se dan un tiempo fuera y dejan de echarse puyas de su incompetencia
para pelear juntando sus “espadas” y así lograr una victoria en el 2018. Unen lo
que toque, no importa si eres católico y pides a un cristiano que te unja. No importa
sin son víctimas y tal vez fuiste tú el que provocaste que se convirtieran en
víctimas; no importa si se va en contra de una comunidad de la cual hoy en día
se mira sin radicalismos. Nada de eso importa, porque solo importa su verdad.
Ellos son una
caricatura, una muy grande, son la forma en la que sabemos divertirnos, son la
forma en que nos acordamos que no dejamos de ser una caricatura de país. Es gracioso
como matador los supo pintar a la perfección, una bella alegoría del poder
colombiano. El uno, Alvarito, la cabeza del perro y el otro, Andresito, siendo
la cola. Pero esa cabeza no es inteligente del todo, esa, comete las
incoherencias que la historia reduce a la anécdota pero que el historiador
crítico y concienzudo utilizará para demostrar que los políticos de comienzos
de siglo XXI colombianos vivían de contradicciones y entre más desinformación
generaran más verdad se volvía su falacia. Ya lo había dicho Darío Fo en su
obra, y si el la utilizaba con Berlusconi, aquí la podemos utilizar con Uribe: “Él
quiere dos celebros, uno para hacer declaraciones y otro para desmentirlas”. Imagínelo más adelante desmintiendo que veía a
Pastrana como un aliado.