domingo, 5 de febrero de 2017

LA PEOR DE LAS MIRADAS QUE TENEMOS

LA PEOR DE LAS MIRADAS QUE TENEMOS

POR: Carlos J. Gutiérrez.

Históricamente el mundo parece estar condenado a ver como suben al poder o se mantienen almas negras infectadas por esa enfermedad llamada corrupción. Esa no mata personas, no, las mantiene vivas como muertos viviente deseosos de más dinero del que puede gastar. El problema en el fondo no es eso, el problema es que en vez de matar personas, la corrupción mata estados. Si, el robo del dinero publico quiebra a un estado hasta llevarlo al borde de la ruina. Esto pasa porque es tanta, tan alta la cantidad de dinero que se extrae malintencionadamente que de forma individual el robo no se ve, solo lo vemos cuando una parte de la ciudad parece semi-destruida o cuando unos escenarios deportivos medio hacer empiezan a ser tragados por el pasto y el abandono.

Y sí, eso es lo que pasa, la corrupción como fantasma es un ser que se nota tarde, cuando ya nos tiene sujetos por el cuello y nos ahorca, nos indigna y no podemos decir ni una sola palabra. ¿Cómo vigilar a los que nos rigen? ¿Cómo vigilar los contratos entre el estado y las empresas privadas? ¿Cómo reconocer ese cruce de manos que se da debajo de las mesas? Parecemos ciegos en un mundo donde los grandes capitales lo rigen de forma discriminada, donde los que dan el sí y el no, también hacen la del monaguillo de alma negra: lanza los dineros al aire y reparte entre aquello que cae dentro de la bolsa y lo que cae fuera de ella. El problema: lo que cae fuera de ella siempre es una gran cantidad que no volveremos a ver.

A pesar de ser una sociedad formada, con unas instituciones sociales cuyo deber es proteger y generar bienestar, esto solo parece una ilusión escrita en un papel como una lista de deseos insatisfechos. La realidad es que las instituciones sociales están habitadas por serpientes avaras e individualistas donde todo valor de humanidad, fraternidad y estado queda totalmente en el olvido. ¿Qué hacer ante esto? El ciudadano del común al pasar los días simplemente ve como las estructuras jerárquicas mantienen la desigualdad de la época de los reyes. Grandes cantidades para los designados por dios y pocas cantidades por los abandonados por el mismo.

Colombia es un estado corrupto por naturaleza. Lo hacemos desde la casa y el reflejo de lo que vemos aparece en las noticias: le pago a un policía para que no me haga un parte, no pago el pasaje de transmilenio y cobro más de lo debido. Pero mientras que hago esto, me indigno, me insulta saber que los que están en la cúspide de la pirámide se robaron la plata de proyectos de renovación de la ciudad, de un pueblo, de una vía, de un país. Somos las dos caras de la moneda, y pagamos de la misma forma, pensamos, si los de arriba lo hacen, por qué no hacerlo nosotros. No nos mintamos, la decadencia de nuestro país no radica en la guerra sino en el robo. Matarnos solo es una mirada que tenemos de nosotros mismo al no reconocernos como iguales, pero robarnos, esa si es la peor de las miradas que tenemos.


El estado parece estar lleno de pontífices, emperadores y reyes negros que pasan su mala sangre a la próxima generación que sale incluso peor. Con las últimas noticias e informes sobre la corrupción del estado, nos damos cuenta que tenemos a una gran cantidad de Caligulas y Borgias que trabajan incansablemente para ocultar su pecado. Cuando nos miramos al espejo, nos vemos completos, correctos, sin ninguna tacha, honestos, sinceros, trabajamos todos los días para conseguir nuestro pan pero la realidad es otra, somos deformes, somos monstruosos moralmente. 

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