LA PEOR DE LAS MIRADAS
QUE TENEMOS
POR: Carlos J. Gutiérrez.
Históricamente el mundo
parece estar condenado a ver como suben al poder o se mantienen almas negras
infectadas por esa enfermedad llamada corrupción. Esa no mata personas, no, las
mantiene vivas como muertos viviente deseosos de más dinero del que puede gastar.
El problema en el fondo no es eso, el problema es que en vez de matar personas,
la corrupción mata estados. Si, el robo del dinero publico quiebra a un estado
hasta llevarlo al borde de la ruina. Esto pasa porque es tanta, tan alta la
cantidad de dinero que se extrae malintencionadamente que de forma individual
el robo no se ve, solo lo vemos cuando una parte de la ciudad parece semi-destruida
o cuando unos escenarios deportivos medio hacer empiezan a ser tragados por el
pasto y el abandono.
Y sí, eso es lo que
pasa, la corrupción como fantasma es un ser que se nota tarde, cuando ya nos
tiene sujetos por el cuello y nos ahorca, nos indigna y no podemos decir ni una
sola palabra. ¿Cómo vigilar a los que nos rigen? ¿Cómo vigilar los contratos
entre el estado y las empresas privadas? ¿Cómo reconocer ese cruce de manos que
se da debajo de las mesas? Parecemos ciegos en un mundo donde los grandes
capitales lo rigen de forma discriminada, donde los que dan el sí y el no, también
hacen la del monaguillo de alma negra: lanza los dineros al aire y reparte
entre aquello que cae dentro de la bolsa y lo que cae fuera de ella. El problema:
lo que cae fuera de ella siempre es una gran cantidad que no volveremos a ver.
A pesar de ser una sociedad
formada, con unas instituciones sociales cuyo deber es proteger y generar
bienestar, esto solo parece una ilusión escrita en un papel como una lista de
deseos insatisfechos. La realidad es que las instituciones sociales están habitadas
por serpientes avaras e individualistas donde todo valor de humanidad,
fraternidad y estado queda totalmente en el olvido. ¿Qué hacer ante esto? El ciudadano
del común al pasar los días simplemente ve como las estructuras jerárquicas mantienen
la desigualdad de la época de los reyes. Grandes cantidades para los designados
por dios y pocas cantidades por los abandonados por el mismo.
Colombia es un estado
corrupto por naturaleza. Lo hacemos desde la casa y el reflejo de lo que vemos
aparece en las noticias: le pago a un policía para que no me haga un parte, no
pago el pasaje de transmilenio y cobro más de lo debido. Pero mientras que hago
esto, me indigno, me insulta saber que los que están en la cúspide de la pirámide
se robaron la plata de proyectos de renovación de la ciudad, de un pueblo, de
una vía, de un país. Somos las dos caras de la moneda, y pagamos de la misma
forma, pensamos, si los de arriba lo hacen, por qué no hacerlo nosotros. No nos
mintamos, la decadencia de nuestro país no radica en la guerra sino en el robo.
Matarnos solo es una mirada que tenemos de nosotros mismo al no reconocernos como
iguales, pero robarnos, esa si es la peor de las miradas que tenemos.
El estado parece estar
lleno de pontífices, emperadores y reyes negros que pasan su mala sangre a la próxima
generación que sale incluso peor. Con las últimas noticias e informes sobre la
corrupción del estado, nos damos cuenta que tenemos a una gran cantidad de
Caligulas y Borgias que trabajan incansablemente para ocultar su pecado. Cuando
nos miramos al espejo, nos vemos completos, correctos, sin ninguna tacha,
honestos, sinceros, trabajamos todos los días para conseguir nuestro pan pero la
realidad es otra, somos deformes, somos monstruosos moralmente.
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