A LAS ESPALDAS DE LOS ELECTORES
Por:
Carlos Gutiérrez.
El
final de año es algo indignante. Los colombianos llegan a la máxima expresión
de alegría. Cuando sienten que se acabó otro año más de esfuerzo, otro año más
de saltar, sobrevivir y poder mantener su poca o mediana calidad de vida
realizan sus compras navideñas en medio del caos vehicular y de pasos. El fin
de año es una época en la que se anda a ciegas o como los caballos de las extintas zorras, simplemente mirando al
frete, nunca para los lados. Así ha sido desde que se tiene memoria. Al parecer
no solo en las calles se ve esa forma de andar, también desde los edificios del
congreso.
El
2016 será recordado o pasara a la memoria histórica de la nación por ser el año
en el que se cerró un acuerdo de paz con las FARC y luego fue boicoteado en el
plebiscito donde ganaría el NO y se debería renegociar o realizar modificación
a un acuerdo que, siendo honestos, la mayoría de los votantes no leyó. Será
recordado porque a pesar de los cambios sustanciales que se hicieron los del NO
siguen inconformes y mantienen a su audiencia con las mismas mentiras que les permitió
ganar en octubre. También será recordado porque mientras que se celebraba que
al presidente Santos le concedían el premio Nobel de paz y este lo recibía con
su mano derecha, con su mano izquierda y con la cara del ministro de hacienda
se impulsaba la reforma tributaria que “jodia” a la población y la dejaba con
la idea de que la paz no implicaba necesariamente una mejora en la calidad de
vida.
Miremos
con esperanza lo que pasó. En las palabras del ministro: “Si no se hacia la
reforma el país entra en recesión”. Esa frase, tan poderosa ella, implica que
la reforma tributaria se aprobó con el fin de que el país no sufriera
económicamente y se mantuviera en los estándares y obligaciones adquiridas con
organismos internacionales como la OCDE. Se aumentó tres puntos el IVA porque
era necesario generar un ingreso que el gobierno no pudo obtener del petróleo
debido a las perdidas sustanciales que tuvo, además, hay que señalar que este
aumento no afectara la canasta familiar sino simplemente a productos como la
tecnología o el transporte, lo anterior lo explico Camilo Herrera en su columna
aparecida en El Tiempo.
Lo
anterior, tomando la perspectiva “a favor” de la reforma puede ser aplaudido,
puede uno decir, claro, el gobierno piensa en la economía del país, el gobierno
quiere mantener el flujo de ingreso que mantiene una economía pujante y que
intenta salir del tercer mundo. Pero, ¿Por qué aprobar una reforma cuando nadie
está pendiente de eso? ¿Por qué nunca se realizan pedagogías en donde se le
explique a la población como funciona la economía del país? Pareciera que el
gobierno utiliza las fiestas anuales y nacionales para aprobar aquello que
afecta en mayor o menor medida al colombiano y lo deja indefenso ante algún
alegato, pues, ya pasó navidad y año nuevo, pero todavía quedan las ferias que
se fomentan en todas las principales ciudades y en los pueblos. ¿A quién va a
afectar si ellos se enteran? Las fiestas nublaron nuestros ojos y nos dejaron a
ciegas.
Las
acciones que toma el gobierno para afectar a la población colombiana según lo
dicho en el párrafo anterior parecen ser evidentes, de ahí su necesidad de aceptarlas
y firmarlas cuando la población no piensa en lo que hace el gobierno sino en lo
que va a hacer para descansar. Sin pensarlo, o pensándolo muy bien, la reforma
tributaria paso por debajo de cuerda mientras todo el mundo se alegraba con la
firma del acuerdo y el posterior premio nobel. No queda más que decir que las decisiones
se tomaron a espaldas de los electores, ellos no pudieron darse cuenta ni
fueron capaces de decir airadamente que “yo no lo elegí para eso”. ¿Con que se
va a ocultar este año que entra las próximas reformas que se quieran hacer?
Entre los detractores de la reforma, entre los crítico ya se empieza a fomentar
la iniciativa de levantarse en protestas por lo que se hizo, ya se quiere
despertar a la población, a grita el “¡NO MAS!” Ante tal injusticia, pero,
luego de firmada ¿servirá? En la revista New Yorker el colaborador Jelani Cobb
escribió que lo que sucedió con Trump está haciendo recordar que “la democracia
está en las calles” pero esto se hace antes de que se hable de un “lo siento,
muy tarde, solo queda acatar”.
Ya es
hora que aquí también se empiece a recordar eso, la democracia también está
aquí en las calles, las voces se deben levantar y empezar a proponer
movimientos en los cuales se le afirme a los senadores, congresistas y
presidentes que en las calles, en los trabajadores, en los estudiantes, en
aquellos que reciben mensualmente un mínimo y con eso sostienen una familia de
seis están los que los ponen en sus puestos, que son ellos a quienes deben
proteger, que son ellos en los que sus aspiraciones se ven convertidas en
realidad. Las calles no solo sirven para ver un flujo de gente comprando
regalos, adornos o generar trancones, también sirven para proponer y despertar.
Inciso:
Es casi deprimente ver que todos los años también se utiliza estas fechas para
determinar el valor del salario mínimo del siguiente año. No deprime solo eso,
deprime que la reunión de los voceros del gobierno y los representantes de la
CUT gasten sus días en la puja de las dos cifras que se proponen para que al
final sea por decreto que se dé tal valor. Parece un circo, una fantasmagoría,
un comedia o una tragedia que se soluciona de la peor manera, a partir del Deus ex machina.
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