domingo, 22 de septiembre de 2013

EL ARTE DE LA GUERRA

Caricatura tomada de: http://www.ajedrezdeataque.com/04%20Articulos/00%20Otros%20articulos/Computadoras/Partidas/Caricatura.gif
EL ARTE DE LA GUERRA
POR: Carlos Gutiérrez
La guerra es el espectáculo más maravilloso que haya dado el ser humano para crear su historia. No basta ser un sabio para conocer de primera mano que a las potestades no les interesa en lo más mínimo terminar una guerra. Esta, da utilidades que no da ninguna otra empresa, es un control de natalidad como dirían otros, es un bien innato en el hombre el provocar el mal al prójimo. Es el valor anticristiano por naturaleza que posee el hombre. Y no se necesita ser cristiano, ni creyente para decir estas palabras. La guerra, constituye siempre un medio para que el hombre llegue a su fin.
La dinámica mundial como diría alguna vez Grass, está basada en la guerra. Toda nuestra historia ha sido contada a partir de quien gano que batalla. Basta con decir que, es más importante el día de la independencia que el día internacional de la paz –y eso ya es mucho decir-. Todo en nuestra vida está basado en esa dinámica, en esa lucha entre el hielo y el fuego que provoca males en algunos y bondades en otros. Se de ante mano, que hay muchos que no consideran al círculo como una forma de explicar la historia, pero cada vez que me remito a esta, me doy cuenta que todo gira en torno a cometer los mismos errores en las mismas batallas.
Y, quienes digan que tal cuestión solo favorece a los que producen armas o propagandas políticas, caen en un error. La guerra le sirve a todo el mundo: al periodista, al columnista, al escritor, al comerciante, al empleado, al hombre a la mujer, incluso, le sirve al pacifista. Todos somos como la madre coraje de Brecht que alimentamos a nuestros hijos o a nuestra imaginación para obtener algo de dinero con el cual poder vivir. Tan bajo hemos llegado que no nos damos cuenta de tal cuestión.
Los que escribimos, participamos y nos alegramos de esa dinámica. Ya seamos anónimos o reconocidos, la guerra nos proporciona material para nuestra creatividad. Es la chispa que prende esa marea de pensamientos con los cual se crean obras. Si no es cierto, miremos el canon de la literatura universal y evaluemos cuantas de ellas no han sido escritas a partir de acontecimientos bélicos. Con el solo ejemplo de la Ilíada, damos cuenta de que nuestra vida literaria comenzó, cuando comenzó la enemistad entre pueblos.

Los escritores por más que escribamos textos antibelicista, nos nutrimos de la batalla, del ruido del fusil, del estruendo de la granada, del amarillismo al ver un muerto o leer una noticia. Todas estas cosas son nuestra inspiración, nos fascina saber que esa dinámica no ha cambiado y no cambiara. Los escritores preferimos la guerra a la paz puesto que la segunda es un planeta extraño donde dejamos de existir como testigos de la historia. Todos, como testigos o como “madres corajes” crecimos con la idea de que la guerra es un bien que produce beneficios y perdidas. En lo que debemos luchar es, en que parte queremos estar, en la de los beneficiados o en la de los afectados.

sábado, 21 de septiembre de 2013

UN TEMA DE MODA

Imagen tomada de: http://www.advancedphotoshop.co.uk/users/3821/thm1024/my_dystopia_v1_a_GNZD29JH1.png
UN TEMA DE MODA
POR: Carlos Gutiérrez
Hemos tenido la sensación de sentirnos a gusto con nuestras vidas, escogiendo todo a partir de nuestro gusto y deseando todo aquello que vemos en las vitrinas. En la revista Arcadia leí hace poco una reseña sobre el libro Criptopunks, escrito por Assange, Appel-baum, Müller-Maguhn y Jérémie Zimmermann. La reseña, escrita por Patricia Holguín es un paseo por uno de los temas de moda a nivel mundial en la actualidad: estamos en un mundo donde todos estamos interconectados por medio de la internet y es allí donde aparece todo cuanto queremos esconder; que los gobiernos utilicen las herramientas recreativas de toda una sociedad para vigilarla hace realidad lo que en literatura se conoce como distopía.
Orwell es uno de los nombre que recorre todo el texto, no soy muy aficionado a su 1984, prefiero su Rebelión en la granja, también es una distopia, de hecho, es el texto que abre el paso de una utopía a una distopia, que es lo que está pasando ahora en este mundo. No vivimos como tal ya en una distopia igualitaria; más bien, estamos en la zona de transición en la que no solo debemos darnos cuenta de lo que está pasando sino, actuar consecuentemente con esos sucesos, de nosotros como ciudadanos depende si nos convertimos en un mundo feliz donde la censura y la paranoia acaba con nuestras vidas, o retomamos la idea de democracia y libertad que, aunque se escuche bastante utópica, no significa que sea irrealizable.
Tenemos el deber (no me gusta la palabra derecho) de convertirnos en eso que dice Snowden: “un público informado (no necesariamente molesto) que reclama el gobierno constitucional prometido”, debemos tener cuidado con las reglas puestas. Si bien, ya hay unos derechos inviolables eso no implica que puedan ser modificados delante de nuestros ojos y nos suceda lo que les sucedió a los animales de la granja que poco a poco iban olvidando sus primeros ideales y delante de ellos se fue transformando todo sin que se dieran cuenta.
Hay que dudar –como lo hizo el burro Benjamín- de la blancura y respetable confianza que tenemos hacia nuestros gobernantes, no entre en pánico cuando vea algo, simplemente, deténgase antes de decir sí o de decir no para evitar una reacción tardía, mire con sospecha aquello que ante sus ojos es verdad absoluta. Recordemos que el mundo de ahora viene de una construcción dada por la idea de razón, hay que transformar esa razón imperante en nuestros días, razón que es utilizada como instrumento de persuasión para las mentes de corto alcance. La razón debe de dejar de ser un instrumento.
Para finalizar, debo objetar en pensar en los mundos ideales o paraísos, dado que, contemplar estos, siempre ha terminado en la creación de tales distopias. El Internet está hecho para que nosotros permanezcamos juntos de alguna forma. La idea de ser una sola sociedad no debe basarse en una paranoia que ve al individuo como un enemigo del sistema, ya que, ese mismo individuo es el que conforma el sistema, es el que hace parte de él. Somos hombres no por ser iguales, sino, por ser diferentes, no olvidemos que a pesar de estar reunidos en un barrio, en una ciudad, en un estado, en una red, cada uno constituye una individualidad y una forma de pensar que, constitucionalmente,  jamás debe ser violentada, mucho menos dentro de una computadora.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

COMPATRIOTAS

COMPATRIOTAS
El viejo refrán que dicta una ironía sagrada e innata al ser humano vuelve a mostrarse con la crueldad profana que siempre suele utilizar. Pero, esta vez, no fue a terceros a los que toco, no, por el contrario, el refrán tiene una primera persona con sujeto propio: nosotros, los colombianos, los sedientos de deseo que jamás se han cumplido.
No hay necesidad de pensar mucho el porqué de los problemas de los limites con Nicaragua hacen valido para nosotros el bello refrán que dice amargamente que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. El fallo de La Haya a favor de Nicaragua se convirtió en la piedra en el zapato de los patriotas y nos llevó a más de uno a recordar las épocas de antaño cuando poco a poco se fue desmembrando el sueño inconcluso del libertador. ¿Es una falla del pueblo? –me pregunto.
¿Nuestra amnesia ha llegado a tal punto que ya la tierra tricolor está empezando a sufrir un nuevo desmembramiento? ¿Vamos a ver el surgimiento de una nueva nación descontenta? Que mis palabras no suenen proféticas por favor. Lo que sucede con Nicaragua no es un capricho del destino y la fortuna que decidieron jugarnos una mala pasada. Sucede, porque siempre pensamos que “solo existo yo” y los demás parecen quedar hundidos en el limbo de la angustia a la espera de un rescate –y el rescate no viene jamás de nosotros.
Que un tercero nos quite o colabore en la perdida de algo nuestro no es una novedad; recordemos Apure, Popayán (durante el siglo XIX, aclaro) o Panamá con la “bien-intencionada” intervención Americana; más bien, es un patrón que se repite debido a la ineficacia que tenemos de no reconocer al otro como compatriotas, esa exclusión (tan innata en los colombianos), es la que impide reconocernos como familia, como aquella vestida por una sola bandera, es la que estimula el constante desmembramiento moral y territorial -¿más de un territorio o pueblo no se ha sentido abandonado?
La lucha del presidente por retornar a manos colombianas lo que La Haya había puesto en manos nicaragüenses es traer a nuestra memoria olvidadiza el recuerdo de lo poco que hemos construido; al mismo tiempo que, su negativa es ese llorar en vano por la leche derramada, donde hay que perder primero para abrir los ojos, y que hace que la formula maturaniana alcance su máximo apogeo: mientras ganamos desconfianza, perdemos territorios.

Por: Carlos Gutiérrez