COMETER UN CRIMEN
Por: Carlos J.
Gutiérrez.
Cometer un crimen es un
hecho histórico. Está documentado, fotografiado, video grafiado y hasta
dibujado. Se han cometido tantos crímenes que hoy en día tienen diferentes
nombre, ya no solo es un simple crimen. Ahora se habla de agravante. Nuestra naturaleza,
por más que queramos ser razonables, por más que queramos parecernos a la
figura heroica de Jesucristo está en realidad es más cerca de Aquiles y de Ulises.
Sabemos que nuestras acciones están mediadas por una violencia verbal o física
que nos mantiene atados a nuestro ser más primitivo. El mundo como lo conocemos
hoy en día no ha cambiado, no es menos violento. En lo único que ha cambiado es
que encontramos nuevas formas de hacer violencia.
No se recuerda un día
en que no se hable de un asesinato o una tragedia. Si hablamos de un nivel
macro, pues ahí tenemos que la cronología universal del ser humano esta medida,
partida e inventariada por las grandes guerras que han sabido colocarle una
corona y quitársela al rey de turno. En estas, el asesinato fue masivo, en
estas se olvidaron de jóvenes, mujeres, niños y ancianos, todos morían, por una
causa o por otra. La guerra tiene unas manifestaciones crueles en las cuales un
pueblo queda reducido a su más triste número por intereses de pocos logrados
por muchos. Ahí está hoy en día el conflicto que se vive en Siria, el cual ya
ha dejado una cantidad de almas sin vida y sin cuerpos para ocupar. Ahí está
esa guerra que deja nuevas estadísticas.
Pero nos podemos dirigir
a un estado concreto, al estado colombiano. Aquí llevamos 200 años de guerra,
no 60 como dicen los demás, pues, si algo nos ha enseñado la historia es que
los conflicto se desencadenan por algo que sucedió anteriormente. Esos doscientos
años han convertido el conflicto armado colombiano en un estilo de vida. Siempre
vemos los titulares de los enfrentamientos entre grupos subversivos por la
posesión de la tierra como si fuera el pan de cada día, y aunque hoy en día la cuestión
no es tan pronunciada como lo era hace veinte años, los recuerdo y la verdad todavía
nos abruman, y la política aún se divide por algún bando.
Y aun así esto no es un
claro ejemplo, aun esto no es más que una consecuencia directa de la
interacción entre intereses, igual que cuando comenzó todo. Caín mato a Abel por
el interés de la atención de Dios, Grecia destruyó a Troya por el interés de
una mujer, de una tierra o de la dominación clásica. ¿Qué pasa en ese mundo
personal? El fantasma del crimen se presenta cuando el caminar tranquilo ya no
es simple. Existe el miedo de ser robado y apuñalado. El fantasma se presenta cuando
por cobrar una deuda se envía a un sicario. El fantasma existe cuando una mujer
es mujer y no puede vivir tranquila pues, un exnovio, un amante, su esposo o un
hombre cualquiera, que tenga sed de sacrificio, la tomo, la violente y deje su
cuerpo tirado sin ninguna pizca de remordimiento.
El estado hoy en día ha
denominado de muchas formas al crimen, al asesinato. En unos casos lo ha
llamado genocidio, en otros lo ha llamado crimen premeditado, en otros algo
accidental y en el caso de las mujeres un feminicidio. Pero eso es solo
semántica. Llamar de cualquier forma a un asesinato solo es la forma de
categorizar que tan violentos somos, eso no elimina ese defecto o mala virtud. Tanto
tiempo llevamos matándonos que ya no deseamos que no exista el crimen sino que
a cada cambio en la forma de matar le damos una categoría. Nos divertimos
poniendo nombre y generando taxonomías del crimen que no tenemos en cuenta que
validamos un hecho muy concreto: La necesidad de sangre esta tan impregnada en
nosotros que más que hijos de algún dios somos más bien unos perfectos
descendientes del salvaje Aquiles.