EN
EL CORAZÓN DEL CORAZÓN DEL PAÍS DEL SAGRADO CORAZÓN
Por: Carlos Gutiérrez.
En un país donde la religión
–cristiana obviamente- mantiene hilos muy largos que colaboran en las
decisiones que sus gobernantes toman, al parecer la espiritualidad se fue al
caño. Si, el país sufriente, doliente, obedece ciegamente, agacha su cabeza
ante los Pilatos burocráticos que no hacen nada útil pero si lo más inútil que
nos sabe complicar. En este país la martirización no está en ser clavado a una
cruz, ni ser azotado por yugos que con la fuerza de los soldados ondula por el
viento hasta chocarse con gracia y lujuria en las espaldas del santo. En el país
del sagrado corazón la procesión ya no se lleva por dentro sino que se vive por
fuera, constante, fluctuante, sin parar, como un rio de lava que no puede ser
detenido, como los insultos que vivió esa oveja mientras llegaba al calvario.
Y si, esto es par no
engañarse. Ser honesto, humilde y trabajador en este país se convirtió en una
enfermedad, pues, hoy en día que la sombra de la corrupción ya nos tiene
cobijados a todos, la valentía y el ser correcto se convirtieron en un sueño,
una vana ilusión que se esfuma a cada momento. No es solo el gobierno que con
sus malos tratos, sus cruces bajo la mesa, su as bajo la manga, su mano derecha
que ignora lo que hace la izquierda, son el síntomas de un país corrupto que
poco a poco se está consumiendo, no, eso es solo el final. Esa es la parte
final, ese es el castigo divino que nos ha sido enviado. El síntoma principal
está en lo pequeño, lo imperceptible, lo innombrable por ser multifacético. El síntoma
está en la “corrupción de a pie”.
Hay que fijarse en cómo
nos indignamos por los casos de grandes dineros desaparecidos, pero no nos
indignamos –y esto es casi una repetición- cuando queremos evadir un problema. Claro,
necesitamos hacer las cosas rápidas, salir del paso, evitarnos tanto lio. Esa pequeña
corrupción también agota a un país consagrado a un dios hecho hombre que de
existir tendría su mano en el rostro lamentando habernos creado. Nos dio el
libre albedrio para simplemente fregarnos entre nosotros. Ahora, ¿Dónde está la
solución a esa corrupción? Está en tu corazón pequeño amigo, pequeño gran héroe.
No pido que se unan al bando, pues siempre habrá un mártir que pague, siempre
habrá alguien que se sacrifique, tal vez, de ahí que este país sea consagrado a
ese amigo imaginario.
En lo profundo de este
país, en los profundo de su corazón, en el corazón de su corazón vemos que al
honesto se le martiriza desde todos los frentes. No podemos andar sin dejar de
ver como las noticias se llena de gente que cobra de más, de papeleos absurdos,
de caminatas sin sentido, de cobros que son imposibles pagar, de créditos que
endeudan al que no tiene, del pago de seguros que no se pueden utilizar, de
golpes que se cometen cuando uno pregunta porque el cobro tan alto, de los mal-parqueados,
de los particulares que no ven que están en un lugar destinado para el
trasporte público, de los colados porque creen que así le están quitando un
poquito de dinero al gobierno y de aquellos que cosquillean, amedrantan y son
viles con el transeúnte tranquilo.
En el corazón del corazón
del país consagrado al sagrado corazón, al parecer la modalidad está en que si
se es honesto y sincero eres ese corazón rojo con una herida en el costado del
cual sale una gota de sangre, y estás coronado de espinas con las cuales te
hieres y te recriminas por no ser más astuto. Y luego de esto, te van a atacar,
te ataca el de la tienda, el que se cola, el que cobra de más, el que te manda
hacer la fila, el funcionario que te cobra por su trabajo, te atacan de todo
lado, y el látigo es un ataque a la moral, al espíritu; la cruz que llevamos a
cuestas nos la cargan con más peso. Bien dice la palabra, no importa cuanto
hagas, siempre va a haber alguien que quiera aprovecharse.