sábado, 18 de marzo de 2017

EL PERGAMINO DE PAN: INFORME NO-NOTICIOSO 11

EL PERGAMINO DE PAN: INFORME NO NOTICIOSO
PEÑALOSA CONFUNDE APLAUSOS DE LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD COMO HALAGOS SOBRE SU GESTIÓN.
POR: Carlos Gutiérrez. 18 de marzo de 2017.
Fuente: 

BOGOTÁ (EL PERGAMINO DE PAN) – Hace poco el alcalde de Bogotá se presentó en una de las principales universidades de la ciudad de Bogotá.
Allí, se reunió con los estudiantes de diferentes facultades, expreso sus deseos insatisfechos y se quejó constantemente por ser un pobre incomprendido.
“La reunión tuvo una duración tan larga, como la semana santa, incluso nos sentíamos como en el sermón de las siete palabras, cada lamento era una argumentación para finalizar en que siempre terminaba madreado, o sea, crucificado” comento uno de los estudiantes que asistió al encuentro con el mandatario.
Efectivamente, la intervención de Peñalosa tardo más de lo esperado, pero para sorpresa de el, fue interrumpido por los aplausos dos veces, lo que el entendió como un alago a la ponencia presentada sobre su gestión.
“Nunca me había sentido tan alagado, el recibimiento que me dieron, jamás me habían aplaudido dos veces seguidas en mi vida” escribió en su cuenta de twitter.
Pero lo que no interpretó debidamente el alcalde era que los aplausos no correspondían a una felicitación si no a una respuesta de alivio.

“Las dos veces que aplaudimos fue porque nos sentimos aliviados de que haya acabado su presentación, ya no sentíamos cansados, queríamos que se fuera” comento uno de los asistentes.

HOMUS SUBVERSIVUS

HOMUS SUBVERSIVUS

Por: Carlos Gutiérrez.

Estamos atrapados, condenados o ligados –cualquiera da igual- a un núcleo o componente social que depende de nosotros para su existencia y que a su vez nos somete por su omnipresencia. Las relaciones entre el ser común, corriente y los dispositivos sociales tiende a ser una pugna entre el desear y el deber. Aquel que hoy en día se le nombre “el de a píe”, como si ocultar la estratificación social ayudara a algo se convierte en el afectado principal en el desarrollo de la economía, la crisis y la restauración. 

A ciencia cierta no se sabe que se les pasa por la cabeza a los políticos y dirigentes cuando deciden eliminar de la ecuación al “pobre” al tomar la alternativa de subir o modificar las contribuciones. Es casi graciosa, casi grotesca imaginar la imagen. Una caricatura de un hombre viejo cuyos bolsillos se llenan, a sus espaldas las bolsas con el signo de pesos no se dejan de acumular, sus gafas oscuras ocultan unos ojos brillantes y avaros que apoyados por una sonrisa y una mano en la biblia mienten sin cesar al público ciego y torpe, le dice: “confíen, lo hacemos por el país”.

Este hombre, este homínido que ve como nuevamente sus derechos se convierte en un papel tirado a la basura se ve jalado a la necesidad de evolucionar. El mundo hostil en el que vive, el ambiente, hace que empiece a cambiar sus prácticas cotidianas con las cuales su pensamiento también cambia, madura, y toma el impulso necesario para determinar que desde lo más profundo, debe aprender a vivir bajo las condiciones de agobio que lo molestan. De ahí surge el homus subversivus. 

Este ser anclado en los barrios corrientes de la ciudad de Bogotá vive al margen de la ley de dios. Su omnipresencia y su engrandecimiento hacen que por debajo de cuerda pueda cometer pequeños golpes con los cuales engaña al destino. Las lucha que se establecen entre los poderes pequeños y los grandes, como si fueran dioses y semidioses le permiten maniobrar de tal forma que su vida se convierte en una robinhuneada payasa donde lo único que gana es sentir el señalamiento no de víctima de las circunstancia sino de “chico propenso a los problemas”.

El subir las tarifas, el aumentar los precios, al no tener en cuenta al de la clase baja y media para tomar medidas preventivas y mantener a flote la economía del país, hace que el hombre común se convierta en un subversivo que busca por diferentes medios esquivar las trabas y los problemas que el mismo estado genera queriendo de buena fe arreglar el país. Su virtud para el atajo se presenta en la ocasión precisa, no lo culpe, nadie lo puede hacer, pues, cada uno de nosotros precisamente nos convertimos en el homus subversivus cuando vemos que es necesario. Y al origen de este ser se suma ambiente de trabajo: el crimen blanco, ese que se perpetra no con la intención de buscar el placer, sino con la obligación de estar jalado a él.

sábado, 11 de marzo de 2017

EN EL CORAZÓN DEL CORAZÓN DEL PAÍS DEL SAGRADO CORAZÓN

EN EL CORAZÓN DEL CORAZÓN DEL PAÍS DEL SAGRADO CORAZÓN

Por: Carlos Gutiérrez.

En un país donde la religión –cristiana obviamente- mantiene hilos muy largos que colaboran en las decisiones que sus gobernantes toman, al parecer la espiritualidad se fue al caño. Si, el país sufriente, doliente, obedece ciegamente, agacha su cabeza ante los Pilatos burocráticos que no hacen nada útil pero si lo más inútil que nos sabe complicar. En este país la martirización no está en ser clavado a una cruz, ni ser azotado por yugos que con la fuerza de los soldados ondula por el viento hasta chocarse con gracia y lujuria en las espaldas del santo. En el país del sagrado corazón la procesión ya no se lleva por dentro sino que se vive por fuera, constante, fluctuante, sin parar, como un rio de lava que no puede ser detenido, como los insultos que vivió esa oveja mientras llegaba al calvario.

Y si, esto es par no engañarse. Ser honesto, humilde y trabajador en este país se convirtió en una enfermedad, pues, hoy en día que la sombra de la corrupción ya nos tiene cobijados a todos, la valentía y el ser correcto se convirtieron en un sueño, una vana ilusión que se esfuma a cada momento. No es solo el gobierno que con sus malos tratos, sus cruces bajo la mesa, su as bajo la manga, su mano derecha que ignora lo que hace la izquierda, son el síntomas de un país corrupto que poco a poco se está consumiendo, no, eso es solo el final. Esa es la parte final, ese es el castigo divino que nos ha sido enviado. El síntoma principal está en lo pequeño, lo imperceptible, lo innombrable por ser multifacético. El síntoma está en la “corrupción de a pie”.

Hay que fijarse en cómo nos indignamos por los casos de grandes dineros desaparecidos, pero no nos indignamos –y esto es casi una repetición- cuando queremos evadir un problema. Claro, necesitamos hacer las cosas rápidas, salir del paso, evitarnos tanto lio. Esa pequeña corrupción también agota a un país consagrado a un dios hecho hombre que de existir tendría su mano en el rostro lamentando habernos creado. Nos dio el libre albedrio para simplemente fregarnos entre nosotros. Ahora, ¿Dónde está la solución a esa corrupción? Está en tu corazón pequeño amigo, pequeño gran héroe. No pido que se unan al bando, pues siempre habrá un mártir que pague, siempre habrá alguien que se sacrifique, tal vez, de ahí que este país sea consagrado a ese amigo imaginario.

En lo profundo de este país, en los profundo de su corazón, en el corazón de su corazón vemos que al honesto se le martiriza desde todos los frentes. No podemos andar sin dejar de ver como las noticias se llena de gente que cobra de más, de papeleos absurdos, de caminatas sin sentido, de cobros que son imposibles pagar, de créditos que endeudan al que no tiene, del pago de seguros que no se pueden utilizar, de golpes que se cometen cuando uno pregunta porque el cobro tan alto, de los mal-parqueados, de los particulares que no ven que están en un lugar destinado para el trasporte público, de los colados porque creen que así le están quitando un poquito de dinero al gobierno y de aquellos que cosquillean, amedrantan y son viles con el transeúnte tranquilo.


En el corazón del corazón del país consagrado al sagrado corazón, al parecer la modalidad está en que si se es honesto y sincero eres ese corazón rojo con una herida en el costado del cual sale una gota de sangre, y estás coronado de espinas con las cuales te hieres y te recriminas por no ser más astuto. Y luego de esto, te van a atacar, te ataca el de la tienda, el que se cola, el que cobra de más, el que te manda hacer la fila, el funcionario que te cobra por su trabajo, te atacan de todo lado, y el látigo es un ataque a la moral, al espíritu; la cruz que llevamos a cuestas nos la cargan con más peso. Bien dice la palabra, no importa cuanto hagas, siempre va a haber alguien que quiera aprovecharse.