martes, 26 de junio de 2018

EL DISCURSO DE LA UNIÓN


EL DISCURSO DE LA UNIÓN

Por: Carlos Gutiérrez.

Cuando se quiere ser un líder el principal factor que se debe poseer es el carisma, o eso dicen. Se supone que este hace que las personas bajo su cargo sean más competentes para así evitar la deserción, la crítica, el ataque o la división. Se supone que cuando un regente sube este tiene la función de legitimar lo que desde la legalidad obtuvo. Se supone que en esa parte es donde mejor funciona el carisma, si hablas con amor a la gente, esta no te pondrá problemas para trabajar. Pero ¿Qué pasa cuando eso se queda única y exclusivamente en el discurso? No podemos ir más allá de lo que los medios nos muestran, lo que si podemos hacer es leer entre líneas esas palabras que se quieren asociar con la unión, pues, muchas veces, cuando escuchamos eso de permanecer unidos, de eliminar las diferencias, de cambiar el rumbo y trabajar juntos para ser mejores, básicamente es, en términos generales, el primer paso en falso para la legitimación del poder.

La legitimación tiende a ser el primer objetivo de un hombre cuando sube al poder, lo es por razones como el hecho de garantizar seguridad o participación a sus oponentes, por el hecho de que sus propuestas son solo viables cuando todos, no solo el, creen en ellas o porque su poder no simplemente viene de un regalo divino sino de un favor desde el cual el pueblo actuó. Por tal motivo es que los discursos, los tweets, las entrevistas, las cartas, los mensajes o las caminatas por el territorio tienen siempre como fin último hablar de la unión del pueblo, ya que, cuando se arranca a trabajar se busca que los demás trabajen con él. Ese es el fin de todo gobernador al inicio de su periodo. Hoy en día, esa palabra de unión ha llenado los medios del país. Es la bandera del recién elegido presidente quien desde esa palabra busca que su discurso sea creíble, busca que se den cuenta que no es un Guepeto quien habla sino un hombre sin ataduras.

Simbolizar la unión no es simplemente pregonarla por todo lado, no es levantar las manos juntos a la señal de un animador, ni sonreír a las cámaras acompañado por personas que de una forma u otra han sido afectadas. Decir que se va a trabajar para todos es un slogan que hasta un rey en el pasado pudo aplicar. Se puede poner por caso la alcaldía de Bogotá, cuyo slogan implica dos conceptos polisémicos donde “lo mejor” puede ser de una forma uniforme o medida en dosis equivalentes a cada grupo social. “Lo mejor” para la administración de la ciudad puede ser el continuar con un sistema de transporte pobre y congestionado, porque al fin de cuentas “todos” lo seguirán usando, incluso, para la misma administración “lo mejor para todos” es inaugurar parques, canchas o sitios recreativos pero no arreglar mallas viales, descongestionar, descontaminar, mejorar el sistema de basuras o mantener a la ciudad con mínimos índices de seguridad. Lo anterior no es lo mejor para todos, según la alcaldía, pues no a todos les afecta. De ahí que para la alcaldía, la unión de los bogotanos está en la recreación, en nada más.

Los discursos de la unión suelen caer en los errores de la retórica, buscan mantener contenta a la masa, alegrarla, motivarla, confesarles que todo es en beneficio de ella, pero, realmente los objetivos no se aplican para todo el mundo o el discurso es contradictorio a la acción. En conclusión, se vuelven una falacia. En muchos casos se dice que no se pueden tener contento a todo el mundo, pues, lo que le gusta a unos pocos no es lo que le gusta a todos, sin embargo, esos pocos no deben ser aquello a quienes no les afecta los problemas, ya que, en vez de unir lo que esta es separando. Algunos tienden a decir que el actuar de un gobernador solo es limitado cuando afecta a los que dinamizan el poder o la economía y que mientras a esto no se les afecte, antes bien, se les favorezca, lo único que se va a encontrar como resultado son números verdes. El problema de esta premisa, es que a esos dinamizadores les interesa mantener afectada a la población que el gobernador prometió mejorar. Al final, hay que preguntarse ¿Cómo va a lograr el gobernador unir dos polos que se repelen? ¿Cómo va a legitimar su poder en los que a futuro va a afectar?

miércoles, 20 de junio de 2018

LA DUDA EXISTENCIAL


LA DUDA EXISTENCIAL

Por: Carlos J. Gutiérrez.

Hemos vivido el paso por unas elecciones traumáticas, extrañas, en unos casos imperceptibles, en otras tan bullosas como un bosque. Hemos pasado por dos meses en los cuales reinaron los slogans, las frases rebuscadas además de los lugares comunes que continuaron siendo comunes porque al fin de cuentas todos los candidatos se centraron en tratar de cerrarnos los ojos con las frases esperanzadoras o con ideas de avanzada. Buscaron que los jóvenes se acercaran a ellos para hacerlos comprender que el cambio es ahora. Uno de ellos ganó. Pero, ¿Cambio de qué? ¿Cambio de quién? ¿Esperamos un nuevo amanecer, la llegada de un civilizador desde el horizonte que al fin nos libere de las ataduras del “atraso” abriéndonos los ojos, volviéndonos más eclécticos, más innovadores o más laicos? ¿Realmente llegó eso? Todo eso genera una duda, no por el que salió a celebrar su victoria, sino por los que están atrás de él.

Maquiavelo decía que “no siempre las buenas acciones son oportunas y eficaces”. Esto tiende a aplicarse a cualquier discurso, ya sea el de todos los candidatos presidenciales uno o dos días antes de la primer jornada de elecciones, ya sea el de Sergio Fajardo cuando decidió votar en blanco e irse a ver ballenas para descansar del trajín que significa una época de propaganda política o de candidatura presidencial, también cuando De La Calle desmoralizado dejó que sus votantes apoyaran al que ellos quisieran ya que si no los convenció para que votaran por él, qué sentido tendría mandarlos a votar por otro, o también se aplica a Petro cuando en el posible tweet del que todo el mundo habló, escribió que llegó la hora en la que Colombia escogería entre un paraco o un cambio. Detrás de todas estas acciones había algo bueno, algo interesante, pero en ningún caso constituyó algo realmente eficaz para el tiempo en que vivimos.

Lo mismo le puede suceder al presidente electo quien en su discurso posterior a la victoria se quedó en los mismos lugares, sin mirar a las espaldas, sin decir algo nuevo que nos permitiera vislumbrar un verdadero cambio. Con sus palabras se ven una cantidad de buenas acciones que no se sabe qué tan eficaces sean, no se sabe qué tan concretas u oportunas para eliminar los problemas que hoy en día nos cobijan sean. Todo, todo cuanto de aquí en adelante surja no es más que una duda existencial, Pues, está o estará asesorado por políticos de largo camino, ensimismados en el pasado inmediato o en un tiempo que desde nuestros ojos es anacrónico.

Lo anterior refleja el cumplimiento de la máxima maquiavélica, sobre todo, cuando en su discurso de victoria afirmó un retorno al estado de seguridad que, según él, necesita el país. Pero de lo que no se da cuenta es que generar una seguridad democrática 2.0, continuando lo iniciado por su mentor, es básicamente irse al pasado, rencauchar una política que para ese momento funcionó y aplicarla con alguna pequeña modificación hoy en día creyendo falsamente que lo que sirvió en el pasado funcionará en el presente. Esto no es una decisión de cambio, es una vuelta en donde se valida el conflicto armado como práctica natural, algo que con este gobierno empezábamos a modificar. Es, al fin de cuentas, como modificar un carro antiguo, buscas las partes, lo pules, lo pintas, le arreglas el sistema de encendido y lo presentas. Lo que no sabes es que su costo es elevado, no es útil y termina haciendo parte de un museo, algo para apreciar pero no para utilizar.

Se dice que Duque es un joven, lo critican por no tener experiencia, por ser un impúber que a duras penas llegó a ser senador bajo la sabana de Uribe y de ahí dio un salto a la presidencia. Cualquiera diría que esto lo inhabilita para administrar el país de una manera adecuada, pero, piénselo bien y dígame qué presidente, anterior al recién elegido, a partir de su experticia logró una excelente, impecable o adecuada administración. La respuesta es ninguno, pero si quiere averiguarlo para respondérselo, hágalo. No con esto apoyo o apoyé a Duque en su candidatura, pero si lo criticamos únicamente por su falta de experiencia es lo mismo que decir que no compremos ropa nueva porque no ha sido usada. Después de todo lo anterior, después de hablar de lo que dijo, de quienes están a sus espaldas como posibles asesores o hablar de su juventud, en lo único que podemos estar de acuerdo es que la duda existencial solo se resolverá cuando empiece a administrar, y el saber si es un títere o un humano solo dependerá de él.