domingo, 29 de abril de 2018

YO MIDO, TU MIDES, TODOS MEDIMOS


YO MIDO, TU MIDES, TODOS MEDIMOS
Por: Carlos J. Gutiérrez.

Hay una caricatura en Internet en la cual, un clérigo con túnica y solideo le dice a un sociólogo de bufanda gafas y barba con un periódico bajo el brazo que vivimos en una sociedad relativista. Este, con sus ojos cerrados le responde que depende del crisol con que se mire. Pero al final, ¿cuál de los dos está en lo cierto? Hacerle caso al cura es afirmar a una sociedad decadente que ve muy cerca su fin desde el cual pierde todo interés en diferenciar los actos validos de los inválidos, pero si le hacemos caso al otro, nos ilusionaríamos con entender al mundo desde diferentes perspectivas, por tal motivo, nos daríamos cuenta que el sacerdote enuncia su frase porque nadie es ya un buen cristiano. Todo lo anterior no deja más que el planteamiento de la siguiente afirmación. Todos nos medimos sacando una verdad de un hecho pero en la medida no tomamos en cuenta lo que vemos, por tal motivo, lo que medimos lo medimos mal.

Nos podemos dar cuenta en todo aquello que hacemos. Individualistas como somos, el mundo se ha convertido en un monstruo que transformamos a imagen y semejanza nuestra: las montañas se volvieron rascacielos, los campos se volvieron carretera, los ríos se llenaron de barcos y los animales se volvieron trofeos. Ya no miramos a la naturaleza desde su belleza sino la medimos desde su utilidad, lo que implica, como afirma Margaret Meed, que llegaremos al punto en donde no seremos sociedad porque no tendremos un medio ambiente, pero aún así preferimos vivir en esa oscuridad.

Ahí, de esa forma tan general es donde encontramos el fallo más grande o al menos el primero de los fallos. Pero, ¿dónde más somos ciegos en nuestra medida? Ejemplos nos sobran. Si nos encontramos en una estación de Transmilenio, medimos la importancia de llegar pero no vemos la necesidad de mantener el orden en la fila mientras que los que van a salir lo hagan. Si nos encontramos en la toma de una decisión para resolver un conflicto, medimos la necesidad de votar, la verdad de este, la validez de lograrlo o las mentiras que escribieron; pero no vemos la importancia de acabar con aquello nos afecta. También es ejemplificativo el hecho de que en un partido de futbol dos barras bravas fuera del estadio se enfrenten para terminar midiendo la vida del otro sin ver que simplemente era un partido, que ganar o perder no da más ni da menos. En fin, el refrán con la vara que midas serás medido se hace real no por el verbo en sí mismo, sino por lo ciegos que andamos.

Debemos tener en cuenta que detrás de toda verdad hay una negación. Desde el comienzo de la historia nos hemos vanagloriado de nuestros logros, pero ya alguna vez un cínico preguntaba con su lámpara si había algún hombre en toda la plaza pública. Hoy en día no hacemos eso, ya no lo hacemos porque en la oscuridad nos preguntamos por la lámpara que nos ilumina, pues la hemos perdido, medimos a ciegas haciendo cálculos erróneos con los cuales construimos nuestro edificio civilizado. Al final de todo, cuál es la pregunta que debemos hacer además de la respuesta que debemos esperar para ver el metro con el que estamos midiendo al mundo. No sabremos si ver el metro lo solucione, lo que si sabremos es que parar en las medidas erróneas podría ser la mejor de formas en que podemos empezar a cambiar nuestro triste y decadente destino.