YO
MIDO, TU MIDES, TODOS MEDIMOS
Por: Carlos J. Gutiérrez.
Hay una caricatura en
Internet en la cual, un clérigo con túnica y solideo le dice a un sociólogo de
bufanda gafas y barba con un periódico bajo el brazo que vivimos en una
sociedad relativista. Este, con sus ojos cerrados le responde que depende del crisol
con que se mire. Pero al final, ¿cuál de los dos está en lo cierto? Hacerle caso
al cura es afirmar a una sociedad decadente que ve muy cerca su fin desde el
cual pierde todo interés en diferenciar los actos validos de los inválidos,
pero si le hacemos caso al otro, nos ilusionaríamos con entender al mundo desde
diferentes perspectivas, por tal motivo, nos daríamos cuenta que el sacerdote
enuncia su frase porque nadie es ya un buen cristiano. Todo lo anterior no deja
más que el planteamiento de la siguiente afirmación. Todos nos medimos sacando
una verdad de un hecho pero en la medida no tomamos en cuenta lo que vemos, por
tal motivo, lo que medimos lo medimos mal.
Nos podemos dar cuenta en
todo aquello que hacemos. Individualistas como somos, el mundo se ha convertido
en un monstruo que transformamos a imagen y semejanza nuestra: las montañas se
volvieron rascacielos, los campos se volvieron carretera, los ríos se llenaron
de barcos y los animales se volvieron trofeos. Ya no miramos a la naturaleza
desde su belleza sino la medimos desde su utilidad, lo que implica, como afirma
Margaret Meed, que llegaremos al punto en donde no seremos sociedad porque no
tendremos un medio ambiente, pero aún así preferimos vivir en esa oscuridad.
Ahí, de esa forma tan
general es donde encontramos el fallo más grande o al menos el primero de los
fallos. Pero, ¿dónde más somos ciegos en nuestra medida? Ejemplos nos sobran. Si
nos encontramos en una estación de Transmilenio, medimos la importancia de
llegar pero no vemos la necesidad de mantener el orden en la fila mientras que
los que van a salir lo hagan. Si nos encontramos en la toma de una decisión
para resolver un conflicto, medimos la necesidad de votar, la verdad de este,
la validez de lograrlo o las mentiras que escribieron; pero no vemos la
importancia de acabar con aquello nos afecta. También es ejemplificativo el
hecho de que en un partido de futbol dos barras bravas fuera del estadio se
enfrenten para terminar midiendo la vida del otro sin ver que simplemente era un
partido, que ganar o perder no da más ni da menos. En fin, el refrán con la
vara que midas serás medido se hace real no por el verbo en sí mismo, sino
por lo ciegos que andamos.
Debemos tener en cuenta
que detrás de toda verdad hay una negación. Desde el comienzo de la historia nos
hemos vanagloriado de nuestros logros, pero ya alguna vez un cínico preguntaba
con su lámpara si había algún hombre en toda la plaza pública. Hoy en día no
hacemos eso, ya no lo hacemos porque en la oscuridad nos preguntamos por la lámpara
que nos ilumina, pues la hemos perdido, medimos a ciegas haciendo cálculos erróneos
con los cuales construimos nuestro edificio civilizado. Al final de todo, cuál
es la pregunta que debemos hacer además de la respuesta que debemos esperar
para ver el metro con el que estamos midiendo al mundo. No sabremos si ver el
metro lo solucione, lo que si sabremos es que parar en las medidas erróneas podría
ser la mejor de formas en que podemos empezar a cambiar nuestro triste y
decadente destino.