TRES
DE LOS PEORES DEFECTOS
Por: Carlos J.
Gutiérrez.
El deseo, la insatisfacción
y la impotencia son tres monstruos que andan de la mano. Son los dioses
vengadores del siglo XXI y del anterior; atormentan a los hombres a partir de
la venta de productos que jamás poseerán una importancia vital. Hay que tener
en cuenta que así es el mundo de hoy en día, llevado por lo inmediato, por lo instantáneo
o porque lo que tiene poco valor en la trascendencia. Aun así, todo eso para
nosotros es una tendencia. Por eso, al ver que todo el mundo lo ve, lo adora y
lo admira, nosotros como arrogantes demonios lo deseamos al punto de querer
obtenerlo.
Deseando lo que no
tenemos es lo que nos ha hecho cometer los más grandes errores en la historia
de la humanidad. Desde la muerte de Abel, pasando por David, las mujeres que
estuvieron en el tribunal de Salomón, Salomé, el mito de lucifer, Pandora,
Agamenón y todo mito que en algún momento nos haya mostrado que el ser humano
cae bajo el sino trágico del deseo no satisfecho. No sé en realidad que pasa
por nuestro cerebro cuando vemos algo que nos hace desearlo inmediatamente. No
lo sé, pero es tan fuerte, es tan impresionante la potencia que tiene que nos
lleva a pensar todos los días en aquello y sin darnos cuenta, empezamos a
caminar por la cuerda floja de la locura.
Si lo pensamos bien,
los objetos son planos. En su esencia son insignificantes, en su particularidad
no tienen ningún valor. Ni siquiera monetario, ya que el mismo dinero es un
papel al que le dimos valor pero que en el fondo no existe. No obstante el mayor
de los problemas con relación de los objetos es su uso, el tener que usarlos,
así sea por un momento. Siempre que alguien usa un celular, un computador, una
máquina, un traje o cualquier objeto que nosotros mismos, jalados por sus usos
queremos utilizar; el deseo se presenta como perro hambriento para llenarnos
las cabeza de millones de imágenes donde como un espejo milagroso nos vemos
usando el objeto que no tenemos. Ahí es cuando nos damos cuenta que deseamos
aquello que no poseemos.
Al no poseer, al no
lograr obtener lo que deseamos, surge la insatisfacción. Amargados o
melancólicos como el cuadro de Durero, miramos a lo lejos el objeto deseado, la
amargura llena nuestro propio instinto de cazador, lo que por lógica locura nos
hace imaginar no solo utilizar el objeto sino las formas o las mejores
condiciones en las que se puede obtener. Pero cómo sucede esto, cómo sucede el
hecho de no tener lo que se desea, cómo calmar las ansias de tener frente a mí,
mirarlo, sentirlo, obtener su aroma o su sabor. No lo sabemos hasta después de
que nos presentemos ante la famosa frase Rotterdam “Entre dos males, siempre el
menor” ¿Cuál es el menor de mis males? ¿Tomar por cualquier forma el objeto
deseado o dejar a un lado la tentación y no satisfacer mi deseo?
Si escogiste la primera
de las opciones te conviertes en el peor de los males sociales, te conviertes
en una mente criminal que desea lo cercano y después desea lo que paso a paso
se le va poniendo en el camino. Así como Buffalo Bill en “el silencio de los
corderos”, así como el mismo Hannibal deseando a Clarice, así como el mismo
Garavito, como Uribe Noguera, o como los políticos o los partidos que en sus
ansias de poder y dinero se corrompen, se degeneran al punto de cometen los
crímenes para después negarlos o comentar que “sucedió a sus espaldas”. Quienes
escogen la segunda opción entran en el estado de insatisfacción insana en la
cual, lo único que les toca esperar es el consuelo de que algún día, por alguna
razón, el deseo desaparecerá.
Al fin de todo,
descubrimos que nuestra mayor capacidad, la mayor que poseen los que son
capaces de soportar su insatisfacción es conocer su propia impotencia. Logran
saber con hermética confianza que a pesar de desear el mundo, no tienen los
medios o no es el momento para tenerlo. Así viven su vida llena de recuerdo de
lo que se quiso hacer, de lo que se pudo hacer, de lo que no se logró. Pero también
son capaces de comprender, que si los objetos no se obtienen es por la simple unificación
de las circunstancias que nos rodean. Por tal motivo, el mundo logra permanecer
un poco en paz, y son pocos los que terminan caminando por la cuerda floja de
obtener a cualquier precio su objeto deseado, y esa lucha por obtenerlo, algún día,
en algún momento o en algún lugar los llevará a pagar por sus crímenes.